Una intención estética con la Palabra

Blog creado por Alberto Peyrano
© 2010, Buenos Aires (Argentina)


lunes, 13 de octubre de 2014

Norma Sayago (Argentina)


AUTORRETRATO

Hoy me sostienen
los días de mi voz,
horizontes  de cristal,
miran desde  la hondura.
Voy dejando las migas
en caminos verticales
cierro puertas
entrego lo que puedo,
dulcifico mi vida
entretejiendo poemas
que mañana arderán en la fogata.
Mi rostro en superficie
es  color americano
mi raíz viene del tiempo
en que en el Mishqui Mayu
destellaba altiva
la Madre de los ríos.
En mi frente palpita
la sed de las tinajas,
como  hábil alfarero
dibujé en los corazones
el mapa, el alfabeto
en mis tiempo de siembra.
Me gusta el misterio
de la tierra que amo,
la palabra es la tinta
que corre por mi sangre.
Mi piel que huele a Inti
busca en el invierno
el pan imaginario
del amor ceniza - brasa.
Sones de guitarra
y un canto vidalero
alejarán la parca
cada vez, más cerca de mis alas.
Éste es mi territorio
agreste y llano
aquí estaré en la lumbre de la espera
hasta que la rosa estalle
llevándose mi  esencia.
Será en verano,
me iré con el canto de chicharras
y el perfume primigenio
de las flores de alfalfa.

© Norma Esther Sayago López, Santiago del Estero, Argentina
.

jueves, 6 de febrero de 2014

León Benarós (Argentina)


RUIDOS NOCTURNOS

Tristes maderas, vidrios o sufrientes herrajes,
anillos, foscas piedras, caracoles marinos,
lamentan en la noche sus contrarios destinos
y buscan sus orígenes, extraños y salvajes.

Entonces suben himnos ocultos, homenajes
donde los mares lloran. Y sollozan los pinos
por humilladas mesas y estantes anodinos,
cruelmente separados de troncos y ramajes.

Y un motín de murmullos eleva sus clamores
de sospechosos y altos, graves aparadores,
y de crujientes cómodas y muebles taciturnos.

Y con el alba tímida, súbitamente callan.
Y de nuevo en las sombras, en su lamento estallan,
y la palabra inician con los ruidos nocturnos.



LOS ÁRBOLES

Dioses callados, huéspedes dichosos,
trofeos, enterrados homenajes,
desde sus días altos y salvajes
al sol se orientan, de su beso ansiosos.

Ramos les dan los días misteriosos
y una embriaguez total, en verde encaje,
les cuelga de los vívidos ramajes
flores de perfección, frutos hermosos.

Felices ellos, pues que su porfía
de cárcel vertical, en las serenas
tardes es fiel al rito de su día.

Pero yo, extraño de hábitos y penas,
¿qué luz he de poder decir que es mía,
inmóvil de presagios y cadenas?



AY, TIEMPO...

Ay, tiempo, que nos reduces
nos menguas y simplificas
y en el lecho de la Nada
nos tiendes y sacrificas.
¿Sucesion interminable
o inmovil eternidad?
Nos mides y nos señalas
la hora de la verdad.
Si alguna piedad te queda
convencenos de volver.
Concedenos un instante
Para expresarnos y ser.

© León Benarós (1915-2012)
.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Eric Wyllie (Argentina)


NO SE LABRA TU MENSAJE EN MI SER

Hoy mis ojos querían leer tus palabras
Pero ellas nunca se escribieron en mi corazón,
La lluvia ácida se desmorona sobre mis sentidos,
En un domingo grisáceo cada vez más oscuro,
Por no encontrar la dócil brisa que con
Su suavidad le brindaría esplendor a mi alma.
Ver tus hojas vacías me lastima mucho,
¿No tienes nada para decirme? Todo lo que hemos vivido juntos,
¿No lo recuerdas? ¿Tu fuerte belleza suprimió tus memorias?
Extraño nuestros murmullos,
Recuerdo como se formaba tu amor,
Añoro la viveza de tu piel,
La miel de mis cabellos se reflejaba en tus ojos y
Tu sonrisa lograba resplandecer mi vida.
Tus señales no se trazan en mi baúl
De la tristeza que brilla con sus almas. 
Me pone muy mal no estar al tanto
Si tu sonrisa sigue latiendo.
Una oscura nube me acaricia fríamente
Producto de mi nostalgia absorbente.
Buscando que mi existencia tenga un poco de aliento,
Un respiro intento encontrar en una botella importada
Que me quema por dentro
Y oscurece la razón de mi profundo dolor.
Su frío vidrio reluce con su exquisitez,
Pero me inunda íntimamente en sombras,
En un laberinto de lágrimas y gritos, caídas y cicatrices,
Debajo de su dominante nombre
Intento esconderme de mis recuerdos,
Tratando de borrar tu voz y soñando que
Todavía te acuerdes de mí.
Las gotas de la lluvia me acompañan con su triste melodía
Cayendo sobre el césped y el aire del sur me intimida,
Porque hoy no tengo tus manos para que abracen mi cuerpo.
  
La angustia nubla mi memoria,
Me reflejo en el vidrio y en su fino contenido de fuego,
Y aunque mis ojos no tengan luz, un brillo azul los alumbra y
Esa reflexión cae por mis mejillas. 
Se deshacen las páginas
Mojadas por mi llanto oscuro.
Mientras mis sentidos se adormecen,
Brilla con suma tristeza el dolor y
Siempre me acordaré de ti,
Aunque se dañe mi espíritu 
Cada noche de eterna amarga soledad.


MOROCHA DE LUZ 

Tus besos me dejan sin palabras pero con aliento, 
Y cuando no estés me voy a abrigar
Con el recuerdo de tus brazos.
Seria lindo estar acompañado de tus caricias
Y vivir el sueño más que dormirlo,
A tus besos los voy a tatuar en mi corazón.
Tengo el aroma de tu cuerpo en mi piel y
Quiero que se impregne en mi respiración para siempre.
Cuando el sol duerme el vuelo del 
Fuego besa nuestros cuerpos,
Capturados al mayor placer del deseo 
Y el mundo deja de existir.
Haciendo el amor viajando sobre el
Viento de los cielos… como ángeles libres
Al toque de luz de las estrellas azules,
Sutil magia en la maravilla de nuestro amor.
Necesito ver tus
Ojos cerrados y como
Recibes mi
Amor, dejas
Libre tu alma
Y mi corazón se encarga de vos.
Para mi sos un
Ángel que se
Posa en mi
Alma
Llena de la
Astucia de tu 
Risa,
Dándole colores a la
Oscuridad de mi sol.


CENIZAS DE TRISTEZA

Corriendo a través de un bosque de cenizas de hojas que nunca fueron leídas, los árboles se desasen en grises fracturados de tristezas que desvanecen los sueños. La tinta azul llueve en cascada sobre mi cuerpo y tiene sabor a belleza y dolor, amor y soledad, a corazones desolados en eternos intentos de querer.
Me perturban diálogos que no tienen ecos, sin embargo el final se repite una y otra vez, vienen de todas direcciones y me tapo los oídos, pero igual suenan en distintos tonos, con distintas dulces voces: no… no… no… no… no… n…
Una melodía de piano se desliza por el viento y de apoco se desafinan las frágiles notas. Se tiñe mi pelo de azul oscuro y con el, palabras que caen y se tatúan en mi cuerpo. El fuego es apagado por letras desfallecientes escritas con el alma y eclipsadas por la razón, carente de color y de pasión.
Se derraman las lagrimas que con ellas escribo y se escuchan voces con la oscuridad del silencio, donde los limites de la belleza son arrastrados por la marea que destruye mi vida y le brinda amor a tanto dolor, la luz brilla con sus últimos ojos y ella recuerda la sangre de una rosa, la chica del valle de las lagrimas profundas, donde oye el silencio y el sueño esta en el cielo creando lagos cuando alguien llora por mis ojos, con el corazón muerto en el frió camino, en el cual los árboles están bajo lagrimas con el silencio del sonido de las gráciles gotas.
Sobre mi imagen fría pierden color mis ojos con las prismas de las tintas jamás legibles. Las lágrimas del corazón fueron transportadas a palabras escritas y ellas se ahogan en matices para siempre en mi cuerpo, quedan ancladas en mi piel, resisto estoico las cicatrices del dolor. Mis antebrazos abiertos sangran tintas y busco aire en un suspiro de temblor. Las hermosas palabras escritas de amor se destiñen sobre mis manos.
El bosque ya no da sombras con sus hojas, la oscuridad corre por mis venas, voces sin luz en los cielos, creadas por almas sin sueños de corazones oscuros y de rostros claros y bellos. La claridad de palabras oscuras vuela libres en el aire y crean un espectáculo sin belleza. Miles de mensajes con sombras inundan en densas tinieblas los colores de las pasiones de un bello paisaje y el silencio de la tinta azul seguirá corriendo por mis venas.

© Eric Willie, Lincoln (Bs As), Argentina
.

Mónica Juárez (Argentina)

 

TU COPA

Canta mi alma tu grandeza
y el brillo de tu copa rebosante
se vuelca sobre mi.
Oh!qué delicia!
Tan sólo un instante de gloria quiero vivir
y contagiar mi dicha a cada vida
sintiéndonos uno en tu presencia.
Magnifica mi alma y mi espíritu
se entrega a tu merced


POEMA

Perdida mi mirada por el horizonte de tu inmensidad
llevo mi mente y mi corazón
hasta los límites insoslayables de tu dulce morada
así,como la rosa expande su perfume por el aire
así como danza el colibrí sobre la flor
Así busco yo endulzarme con tu néctar
sublime energía que busca incansablemente mi corazón
acariciando el manantial incomparable de tu frescura
contemplo como un dulce amanecer.


HERMANO CÓSMICO
                                        (a Alberto Peyrano)

Mi alma rebosa de alegría
de encontrarte hermano mío
danza mi corazón dejando estelas de colores
¿De qué cielo viniste
para endulzar mis oidos con tu voz
y llenar mi espacio de luz y de Amor?
Gracias por tu vida de entrega
Gracias por tu humildad y tu sonrisa
Seres de las Estrellas
bendigan tu Existencia
y tu andar en este mundo sea de Alegía y Paz


AMOR ETERNO

Inmenso amor que mi corazón siente por tí
que hace vibrar cada espacio de mi ser
¡Qué bello amarte así!
Sin límites, sin tiempo ni condiciones
Momentos mágicos aquellos
cuando nuestros cuerpos
se funden en un solo ser
Se detiene el tiempo, no existe el espacio
Sólo ese fuego ardiente que ilumina y alimenta nuestro existir.
!Gracias por este Amor!

© Mónica Juárez, Santiago del Estero, Argentina

N del E: Mi agradecimiento a Mónica Juárez por dedicarme su bello poema (A. Peyrano)

.

martes, 14 de enero de 2014

Pablo Russo (Argentina)



-Ahora todo surge libre por el tiempo 
y nos sugiere más brillo y observación .
Así la vista se agudiza y repara audaz en la lentitud,
con que florece tu sonrisa, desde tan adentro que
me contagia y emociona.
1/10/2004

-Más ahora te toco y con tu piel me embrujo
 tu placer me invita a ser uno en este día
e infinitos en el paraíso.
2/ 10 /2004  
 
Amaneció y compartimos los mismos sueños.
Ya vas creando vida
dándole forma a tus perspectivas.
Mientras desayunas trigo y sol.
3/10/2004

Algunos verán en esa flor, un fruto natural que nos regala su hermosura,
mientras cautiva la luz de nuestra atención embelesando la mirada;
otros más quizás vean la consecuencia de ciclos evolutivos que convergen
en ese espacio físico y eterno; quizás algún otro se detenga y de tanta belleza
se empalague y prefiera volver al recuerdo que lo perdió, trayéndolo por aquí
olvidándose de ese regalo que se repetirá , quizás? en un sueño inconcluso.
Así sin más aquella flor quizás este brotando y floreciendo sin esperar nada de nadie,
su naturaleza es autosuficiente y su fin la evolución.
21/4/2005

-Las posibilidades se fraguan sobre las manos de los que afinan la mirada, reconocen
 la intención de los hechos que conspiran con la naturaleza y el  amor en su verdad irrefutable .
25/5/2005

Colores inundan la mirada, y
un reflejo se desprende del cielo,
tu recuerdo y esa bella sonrisa en el horizonte.
11/6/2005

-Dulces sueños, nos dejan dulces días
dulce amor, nos deja dulce verdad
dulce espíritu, nos deja dulce luz.
17/8/2005 

En el intento cordial, la evolución se reivindica
a tus pies despierta la luz y te posee .
Así ni el agua, ni el fuego, ni la estática, ni el miedo
ni los prejuicios ,ni los obstáculos son pretextos ,
para impedir que la verdad te invada.
18/5/2005
 
Imagina un horizonte llano y fértil
imagina la distancia y el espacio que lo contiene
imagina la luz que lo posee y el color que lo pinta
observa respira
imagina tu deseo el más natural y sincero  
imagina el aire y la brisa
imagina el perfume que te invita a sentir
de otra forma un sentimiento imaginable
y sostenible eternamente ante tu mirada y tu creencia.
30/5/2005

Aquí una decisión atinada reivindica las acciones
 y el fluir de los sueños concreta una floración en el alma .
  Así una nueva mirada nos invita a interpretar el color
 el contexto, las emociones y el amor.
31/8/2005

¿Qué importa que forma toma
      el destino, solo te lleva por un solo camino ,
          vive mientras estés vivo!
23/6/2006

Todo se está recomponiendo, vuelve la dinámica a su eje, las estructuras persisten, aunque ya no tienen forma, solo la inercia  de su ego se resiste; mientras se amalgama a la unión y solapadas en contradicciones beben de su propio veneno, antes de victimizarse e imprimirse el destierro al ostracismo; donde aun ahí flores que esperan ser el vehículo de la oscuridad a la luz .

Textos y foto Ó Pablo Russo
Ciudad Evita (Pcia.Bs.As.), Argentina
.
 

miércoles, 8 de enero de 2014

ALVARO YUNQUE (Argentina)


ORO CÁLIDO

Yo, poeta sin dinero
esta mañana de estío;
me echo a andar por la avenida
que llena de oro un sol lindo.

Y, oh sol, me lleno de tu oro
las manos y los bolsillos,
yo, que sin un sólo cobre,
salí esta alborada exiguo,
sol, me hallo por tu oro pleno
de ilusión y salud: ¡Rico!
Oro de sol, cálido oro,
oro de sol encendido:
a ti nadie te acapara,
no hacen monedas contigo.
En la Bolsa no eres nadie,
en el banco eres un mito
y en las casas de comercio
un intruso entrometido.
Éntrate, oh sol, oro cálido
por nariz, ojos y oídos,
llena el pecho de los hombres
y hazlos buenos y verídicos.
Éntrate oh sol, sol de oro,
limpia, más que su bolsillo,
limpia su alma de la roña
del otro oro, oro frío.
Dadles salud e ilusiones;
y hazlos, como a mí, tan ricos
que canto y corro contento,
sin un cobre en los bolsillos.

¡Échate sobre estos hombres
flacuchos y pequeñitos;
llénales de ideas, sangre,
músculos y amor: Sol lindo,
vuelve a amasar estas sombras
y haz otra vez hombres vivos,
oh, sol de oro, oro cálido
de esta mañana de estío!

Álvaro Yunque
(La Plata 1889 - Tandil 1982)

lunes, 9 de septiembre de 2013

Eliphas Lévi (Francia)


LA CIENCIA FATAL

La Esfinge esta sentada en su roca solitaria,
proponiendo un enigma en toda frente prosternada,
y si el rey futuro cedía al misterio,
el monstruo decía: ¡ muere, no adivinaste en absoluto!
Sí, para el hombre aquí abajo, la vida es un problema,
que resuelve el trabajo bajo guadaña de la Muerte.
Del futuro, para nosotros, la fuente está en nosotros mismos,
y el cetro del mundo pertenece a más mucho.
¡Sufrir es trabajar, es acabar su tarea!
¡Desgracia al perezoso que duerme sobre el camino!
El dolor, como un perro, muerde los talones del cobarde
que de un solo día perdido sobrecarga el día siguiente.
Vacilar, es morir; equivocarse, es un crimen
previsto por la naturaleza y por anticipado expiado.
El ángel mal liberado recae sobre el abismo,
¡Reino y desesperación de Satanás fulminado!
Dios jamás tiene lástima ni de clamores ni lágrimas,
¿Para consolarnos totalmente no tiene el futuro?
Es a nosotros quienes de la desgracia forjamos las armas,
¡Es a nosotros a quienes encargó del cuidado de castigarnos!
Para dominar a la muerte, hay que vencer la vida,
hay que saber morir para revivir inmortal;
hay que pisotear la naturaleza esclavizada.
¡Para convertir al hombre en sabio y la tumba en altar!
De la Esfinge, la última palabra es la hoguera de Alcide,
es el rayo de Edipo y la cruz del Salvador.
Para engañar los esfuerzos de la serpiente deicida,
¡hace falta al santo amor consagrar el dolor!
La frente de hombre de la Esfinge habla de inteligencia,
sus ubres de amor, sus garras de combates;
sus alas son la fe, el sueño y la esperanza,
¡y sus costados de toro el trabajo aquí abajo!
Si sabes trabajar, creer, gustar, defenderte,
si por necesidades viles no eres encadenado,
si tu corazón sabe querer y tu espíritu comprender,
¡Rey de Tebas, adiós! ¡ Tú he aquí coronado!

Eliphas Lévi (1810-1875)
.

jueves, 18 de abril de 2013

Jorge Fernando Landó (Argentina)


TANGO

Se derramó la noche
en mimbre da agua viva
y luna herida.
Deslumbrante el llamado de las luces
arrastró sinuosas caravanas
de violines solos.
Teclas de nácar
para arrancar lamentos
contar viejas historias.
Martillos afelpados
que repiten sin pausa
el frío de la piba de Chiclana
que golpean sin prisa
en dos por cuatro
el espectro cansado de Mimí.
A ratos cuerdas gruesas
del gigante con brillo
sacuden su aburrimiento.
Y el jadeo a compás
-respirar rítmico-
afirma su presencia
dice su identidad.
La cédula sonora del canyengue
muestra en su foto descolorida
la pareja
ausente, en torbellino.

Jorge Fernando Landó (Gualeguaychú, Entre Ríos, Argentina)
.

lunes, 11 de marzo de 2013

Torquato Tasso (Italia)


A UN GRACIOSO JOVENCITO

Como llamarte a ti, divinidad o mortal? 
Tu que eres bendecido con ese hermoso semblante 
divino, y es divino el amor hecho constante, 
que, por anidar en mí, dispone el alma.

Amor cierto es, espíritu de amor, y tal, 
que me convierto en amoroso amante, 
y el corazón, que semejaba al  rígido diamante, 
languidecer me siento en cada pulso.

Actúa en mí, que puedo ser, flecha o saeta:
enlázame en cada nudo: y si me desafía, 
tornarme puedo, en la audaz espada de Marte.

Yo cuestiono tu guerra, o tu otra paz: 
reinaré sobre ella; pero la querida 
tu Psiche en la lejanía me sonríe

Torquato Tasso (1544-1595)

Imagen: Torso de Efebo (Edmundo Prati, Museo Juan M. Blanes, Uruguay)
.

martes, 5 de marzo de 2013

Safo de Lesbos (Grecia)

A AFRODITA

¡Oh, tú en cien tronos Afrodita reina,
hija de Zeus, inmortal, dolosa:
no me acongojes con pesar y sexo
Ruégote, Cipria!
Antes acude como en otros días,
mi voz oyendo y mi encendido ruego;
por mí dejaste la del padre Jove
alta morada.
El áureo carro que veloces llevan
lindos gorriones, sacudiendo el ala,
al negro suelo, desde el éter puro
raudo bajaba.
Y tú ¡Oh, dichosa! en tu inmortal semblante
te sonreías: ¿Para qué me llamas?
¿Cuál es tu anhelo? ¿Qué padeces hora?
—me preguntabas—
¿Arde de nuevo el corazón inquieto?
¿A quién pretendes enredar en suave
lazo de amores? ¿Quién tu red evita,
mísera Safo?
Que si te huye, tornará a tus brazos,
y más propicio ofrecérete dones,
y cuando esquives el ardiente beso,
querrá besarte.
ven, pues, ¡Oh diosa! y mis anhelos cumple,
liberta el alma de su dura pena;
cual protectora, en la batalla lidia
siempre a mi lado.

Safo de Lesbos (612 AC - 570 AC)

jueves, 28 de febrero de 2013

Roger Pla (Argentina)


RECUERDO EL INSTANTE DE MI MUERTE

Fue tal como lo había deseado.
La noche de verano,
los pies sobre el banco,
el cuerpo en la reposera, tomando la forma de la lona,
la boquilla apretada entre mis dedos con sus hilos de humo.
Tenía doblado bajo la nuca el brazo izquierdo
y el derecho, la columnilla rojogris hacia lo alto,
apoyado el codo en la madera.
Desde lejos, las estrellas golpeaban con sus nudillos en mis ojos.
Entonces el espacio aspiró con fuerza y contuvo el aliento.
La inmovilidad sujetó sus espasmos en la copa de los árboles,
la casa vertical fue un panal de abejas en el aire.
El poste de la luz, en cruz, cruzó los brazos.
Apareció en el cielo el sol, sin contradecir, amable, la lenta noche,
y sonrió el creciente de la luna con un sarcasmo bondadoso.
Pensé que no era decoroso seguir con los ojos abiertos ante tanta belleza,
y bajé los párpados.
Sin impertinencia,
con suavidad,
la boquilla se desprendió de mis dedos.
Sentí el golpe seco, casi alegre, en el mosaico.

Roger Pla (1912-1982)
.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Liliana Chávez (Argentina)


CUATRO POEMAS


Miro hacia arriba.

Veo claveles del aire y olvido.
Con gusto echaría mis horas a dormir.

Nada me conforma.
La única herramienta de la que dispongo
es el torpe latido de mi tiempo
piedra móvil sobre la que apenas logro sostemerme.

Y la vida parece un puñado de cartas sin comodines.
Valija al pie de una escalera por la que nadie baja.

Me asomo a la ventana.
El sol ilumina esa otra vida que no tengo.


************


Tantas fotos en los portarretratos,
en las paredes,
en el aljibe del tiempo.
Tantas fotos me hacen ver
que nada se detiene
ni termina de irse.


************



Donde estoy
no cabe otra luz
minúsculo puño
descuajado de entrañas
con ruidos que se esconden
en la raíz del mundo
y una sola ventana
privada
de toda mirada


************



Hay en este instante
más de un precipicio de luz
una inexplicable sensación
de respirar
con los pulmones del viento

como si no fuera necesario
nada más.


© Liliana Chávez
Córdoba, Argentina
.

martes, 5 de febrero de 2013

Virginia Quiroga (Argentina)


6 POEMAS

Un brusco movimiento la estremeció
el miedo prendió en su carne.
Sintió que el alma se le escapaba
en un aullido animal
2012

Era ella, desde el más allá
acurrucándose en el vello
de su pecho, de su ingle.
Por medio de esa puntada
había vuelto reencarnándose
en su mente, ...en su alma
2012

Avisté su premura
por marcharse.
Le comenté los miedos,
le rogué, ...quería un poco
más de tiempo, ...no tanto,
lo necesario, ...tan sólo, lo necesario
2013

Quiero llenar los silencios
de mi alma, darles su lugar,
su momento justo.
Y sentir que pueden volver las palabras
2013

Se me escapó el alma
la vi salir presurosa,
vestida de viento.
La llamé sin voz
la corrí sin piernas.
Pero la alcancé
2013

Tenía que abandonarlo
y era tan pequeño
que se resistía a la idea.
Ella estaba quebrada,
ovillada en su etérea estructura.
El tiempo pasaba denso,
y arrastrando su espectro
se alej´0 desgarrada
2013

© Virginia Quiroga
Buenos Aires, Argentina



domingo, 3 de febrero de 2013

Yrasema Esther López (Argentina)


DOS POEMAS

SONATA EN MI MENOR


                       A mis hermanos Guaraní-Kaiowá


¡ay! dolor de mis dolores
raíz de mis raíces
has depositado el aroma del bosque
en mis venas abiertas
pena que nace a orillas del Amazonas
y me deja sin susurros
raíz de mis raíces
quizá no alcance que te diga que te amo
no escuchan tus sollozos
porque no están en tus latidos
el viento norte me trae tu desconsuelo
para que yo encienda el farol a medianoche

pidiendo

hermanas/os poetas del mundo
el clamor de mis hermanos guaraní, es el de todos
llegará a vuestros corazones
quiero escuchar sus gritos indignados pidiéndole al siglo

JUSTICIA
antes que nos acose el silencio culpable

las últimas diademas guaraní del Amazonas
e apagan lentamente
cinco siglos igual

© Yrasema Esther López (Noviembre 2012)

_____________________________

ADAGIO 512 (Serie Bicentenario)

                                                 A María Ovando

en qué luna pariste mujer?
en qué luna paren las mujeres como vos?
habrá sido esa noche de luna llena
cuando el pájaro agorero
pasó rasando
y dejó un silbido agudo en tu cuna?

el hombre que vendió tu vida
es hijo de hierbas malignas
que amalgamó el hechicero
para veneno de su cañuto

el hombre que te encarceló
parió de la grieta hedionda del pantano

cuando cruzaste el sendero rojo con tu niña muerta

después la resolana te cerró los ojos
y en silencio
empezaste a desovillar tu historia
desarmando el exorcismo que te atrapó

tenés que parir de nuevo María
cuando venga la estación de la lluvia grande
y lave tu cara recién nacida en cuarto creciente

al final de la sequía dejarás atrás
ese pericón de mala entraña salvaje

si aún tienes una pregunta quebrada
levanta el rostro sin culpas
y grita
grita a los cuatro vientos
estaremos aquí
             oyéndote
                     mirándote
                              abrazándote
cuando los lapachos entren en flor

Poema destacado por REC (Red de Escritores Coquimbo)
© Yrasema Esther López (2012-12-03)
.

domingo, 13 de enero de 2013

Esther Faride Matar (Argentina)



ÉRAMOS PÁJAROS LIBRES...

Éramos pájaros libres
      pero nos cortaron las alas.

Lo que sucedió, sucedió.
     En la vida nadie juega con las cartas marcadas. El sentimiento tan fuerte que nos unía trascendía todos los límites.
         Los espacios.
            Las edades.
                Los credos.
                    Las distancias.
Era inevitable darse cuenta que existía entre nosotros, una atracción magnética.
      Un arco iris de pasión.
           Truhanes sin luces emprendiendo madrugadas.
Aprendimos a silenciar la mente para permitirnos vivir el aquí.
      Y el ahora con mayor intensidad.
           Las diferencias nos unían sin preocuparnos en las similitudes porque éstas se acrecentaban en el día a día.
Asociamos al amor con imágenes y a las imágenes con música para generar alegría a los encuentros. Escribimos en el aire un libreto con instrucciones en sintonía.
Sintonía con el alma y con el cuerpo, idealizando una relación armoniosa y vital.
       Edificamos sobre una base movediza un supuesto sufrimiento y cada instante compartido era sinónimo de fogosidad.
       Un acertijo.
             Cada despedida un adiós sin esperanzas.
Y nuevamente, otro amanecer envolvía los deseos que dejaban esparcidos los excesos verbales y llenas las miradas de un mañana sin rutinas.
Lo que sucedía, sucedía.
Nuestro reloj marcaba el tiempo de esperas sin esperas, de abrazos prolongados.
De palabras no pronunciadas. Clandestino apego sin razones transformaban en razones nuestro apego.
Quisimos amar sin restricciones y la libertad era un culto a los encuentros.
Quisimos.
Me dolió el verano y la distancia se interpuso entre nosotros.
Fui deshojando margaritas y tirando los pétalos en la calle para que me sigas…
Este viaje me quitó las alas y al despertarme una mañana, la soledad de vos se metió entre mis sábanas.

© Esther Faride Matar

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Carlos Vargas Guevara (Bolivia)


TRES POEMAS

 
EL HOMBRE

Atiendan ciudades
Andrajo que alguien tira
es el niño de la calle

Dientes contra la noche
temblores al medio día

De largo pasa sin fin
el carrusel de los apáticos

Tirados como los ven
fluyen estaciones y años
sin oídos a ciegas

Zumba un zancudo bufón
ávido de sus arterias

Pronto muy pronto
se saciarán las moscas


LA PERRA

La perra que yo no quería

Pelos tiesos tenía iguales a los míos
salidos los dientes
masticaba sin puntería
pequeña como un zapato
sufridos ojos saltones y su timbre
chirriante serrucho arañando el acero

Un peso extra bajo el lomo la hendía
cara de angustia arrastrando el madero
miraba melancólica los sillones
las camas
los muebles donde quedaban sus pelos
horas inmóvil
y al andar en su vientre
meciéndose el letrero futuras crías

Gotero angustiante de partos
uno a uno cada hora en una noche
solitario dolor y gran esfuerzo
sobre blancas blusas que jaló del clóset
Lento su ballet evolucionó al rocío
la semilla se hizo árbol
frutos bruñidos brindó el ramaje
y la perra en su tarea
amoroso ritual de abrir capullos

Seis machos y una hembra
mojado pelamen
resbalaban uno a uno
encerrados en burbuja de placenta
plástica transparente
y pesaroso recuerdo
era la perra que yo no quería

Empapada de esfuerzos y temblores
helado sudor
tensos músculos tensa pelambre
improbable emisión de alguna queja
y afuera extraño cielo estrellado
Admiré en sus ojos un mar de calma
el manejo ideal de sus acciones

Pesaba la perra que yo no quería
Fieros colmillos
roían suave a perforar las burbujas
vaciarlas de rumorosa placenta transparente
que las crías recibieran al fin
su primer obsequio lejos del vientre
sintieran el aire entrando como aliento
las bondades del olfato a conciencia
palparan su fuerza impostergable
y grabada quedara la lección primera
cómplices de vida son el aire y los sentidos

Agua con esponjas
delicado paño y jabón oloroso
maternal rosada lengua lamía y lamía
siete pequeños cuerpos peludos
dejó impecables
pelo brillante peinaditos de uno en uno

Patas tembleques
ojitos aun ciegos
se alejaban y en laberintos vuelta y vuelta
y hocico de dientes salidos
jalándolas al concierto de ternura
tibio sabor de sus propios pezones

Atenta vigilia
sin descanso ni un instante
el plato lleno la perra en ayuno
extenuada
débil
repartiendo en siete partes
su bocadillo entre las crías

La perra me daba lecciones
la perra que yo no quería


EN SU ROSTRO LA LUNA

Una hora la tuve a un paso
portadora de ternura inefable
prendida del abultado pecho

Solecito que alumbra las noches
y el desvelo continuo
con una succión bulliciosa

Parpadea y desfilan los astros
llueven luciérnagas
cuando abre sus ojos vivaces

Arrulla la casa antes desierta
reorienta la luz
da brillo al tiempo y su brújula

Abre sus gordas manitas
revuelan los sueños
se atomiza la indiferencia

Rebelde de nacimiento
aprieta los puños
y chilla hasta ser atendida

© Carlos Vargas Guevara
De "EL Desconcierto" (México, 2012)
.

martes, 28 de febrero de 2012

Evaristo Carriego (Argentina)


RATOS BUENOS

Está lloviendo paz. ¡Qué temas viejos
reviven en las noches de verano!...
Se queja una guitarra allá a lo lejos
y mi vecina hace reír al piano.

Escucho, fumo y bebo en tanto el fino
teclado da otra vez su sinfonía:
el cigarro, la música y el vino
familiar, generosa trilogía...

...¡Tengo unas ganas de vivir la riente
vida de placidez que me rodea!
Y por eso quizás, inútilmente,
en el cerebro un cisne me aletea...

¡Qué bien se está cuando el ensueño, en una
tranquila plenitud, se ve tan vago!...
¡Oh, quién pudiera diluir la luna
y beberla en la copa, trago a trago!

Todo viene apacible del olvido
en una caridad de cosas bellas,
así como si Dios, arrepentido,
se hubiese puesto a regalar estrellas.

¡Qué agradable quietud! ¡Y qué sereno
el ambiente, al que empiezo a acostumbrarme,
sin un solo recuerdo, malo o bueno,
que, importuno, se acerque a conturbarme!

Y me siento feliz, porque hoy tampoco
ha soñado imposibles mi cabeza;
en el fondo del vaso, poco a poco,
se ha dormido, borracha, la tristeza...

Evaristo Carriego (1883-1912)

lunes, 13 de febrero de 2012

Alberto Rojas Jiménez (Chile)


CARTA-OCÉANO
(Fragmento)

Yo era el poeta vestido de niño
en el año triste en que los niños rompen las flores.
Ningún hombre me dijo nunca que debía cantar.
Corría la luna por detrás de las nubes.
El sol quemaba los frutos y el lomo de los cerros.
Mis manos buscaban luciérnagas
en la sombría humedad del invierno (…)

Infancia triste rayada de oraciones.
En la noche el galope de los caballos
amedrentaba mi sueño, y el sol tardaba en llegar.
Hubo una vez un circo.
Una mujer verde se balancea en mi memoria
colgada de un trapecio.
Admiré los peces dorados en el agua de plata.
Lloraban los campanarios al caer de las tardes.
Hay un volantín dormido en el cielo de mi infancia.

Adolescencia acodada al marco de las ventanas,
comenzó por entonces la canción que hoy continúo.
Era la vieja historia del arcoiris y la palabra amor.
Vi cruzar sin asombro el primer aeroplano
y subí sobre mi casa para tomarlo en las manos.
Era la edad doliente del deseo y la espera.
Vestido de negro acompañé el primer funeral.
Entonces vieron mis ojos el retrato de los héroes
adornando las vidrieras de todas las farmacias.
La casa se llenó de convidados.
Escribí la primera carta.
Me llevaron hasta un puerto para mostrarme el mar.

Alberto Rojas Jiménez (1900-1934)
.

martes, 7 de febrero de 2012

Norma Segades - Manias (Argentina)


LOS JUBILADOS.

“Ha cambiado este país pero los dioses siguen exigiendo
sacrificios humanos cada día.”
... Livia Díaz (México)

En aras de qué dioses habrán de aniquilar sus esperanzas
cuando se oculte el día sobre el perfil del mundo
y no encuentren jornales que defiendan sus vísceras desgarradas de pena
y estalle el sacrificio
ante los ojos de la indiferencia,
ante la furia seca del verdugo.
En qué altares sin nombre
se alzará la obsidiana que desnuque sus sueños de víctimas sitiadas.
En qué piedra solemne, ebria de codornices,
perpetrarán los ritos de sus muertes, repudio tras repudio.

Por cuáles acueductos, cuáles horrendas jícaras de cuarzo
derivará su sangre, su silencio profundo.
Hacia dónde sus coágulos de asombro desvelado por las voces del miedo.
Hacia dónde sus huellas.
Hacia dónde el honor que les saquearon
a golpes de vergüenzas y perjurios.
Sus gestos naufragantes
orillan los confines donde anda la impotencia lacerando el olvido,
confirmando la infamia del martirio alevoso,
tensando las urdimbres que restauren sus hilachas de orgullo.

Eternos desterrados de los siempre lejanos paraísos,
admitiendo la sombra como único refugio,
sabiendo que sus días habrán de ser iguales a todas sus miserias,
igual en los colmillos,
igual en el linaje condenado,
en la cruel dinastía del mendrugo.
Después de haber cavado,
después de haber construido los rotundos cimientos de esta patria injuriosa
que no respeta rostros de intensas cicatrices
acorralados por centurias ciegas en mitad del crepúsculo.

© Norma Segades - Manias (Santa Fe, Argentina)
De su libro "Desde otras voces"

viernes, 3 de febrero de 2012

Ezequiel Martínez Estrada (Argentina)


EL MATE

De ti a mí, mano a mano,
el mate viene y va.

El mate es como un diálogo
con pausas que llenar.
(Darío lo ha llamado
calumet de la paz)
Niño que se ha dormido
cansado de llorar.
Y aún suspira, la lluvia
cae sobre la ciudad.

El brasero sus brasas
aviva fraternal
y como en la charada
llena todo el hogar.
De ti a mí, mano a mano
el mate viene y va.

Nos quedamos callados
mirando sin mirar
un cuadro, un libro abierto,
un reflejo fugaz.
Tenemos una pena
como de soledad;
nos falta un hijo y algo
que no tendremos ya.
El reloj da la hora
de la serenidad
y grano a grano cuenta
arenas en el mar.
La lluvia se diría
que liquida el cristal,
El brasero calienta
el frío del hogar.

De ti a mí, mano a mano,
el mate viene y va.

Hace poco perdimos
un amigo ejemplar,
perdimos un hermano
de exquisita bondad
Se le escapó la vida
antes de comenzar
Presente en el silencio
sabemos bien que está,
pero callamos porque
no podemos hablar.

Tú principiaste un cuadro,
yo un libro; y ahí están
sin terminar las manos
la estrofa sin final
De ti a mí, mano a mano
el mate viene y va.

Llevamos siete años
de vida conyugal
y nuestro amor reclina
su frente en la amistad.
De los viejos proyectos
casi no hablamos más;
hay algo que nos dice
de un fracaso brutal.
Nos miramos con pena
durmiendo sin soñar;
nos ha engañado el sueño,
ya no soñamos más.

De ti a mí, mano a mano
el mate viene y va;
viene a mí fervoroso,
casi frío a ti va.

No hay más luz que las brasas
ni más calor quizás.
Mi cigarrillo quema
sustancia sideral
y como se ve poco
no nos vemos llorar.

Ezequiel Martínez Estrada (1895-1964)
Imagen: Ezequiel Martínez Estrada y su esposa, Agustina.

miércoles, 18 de enero de 2012

María Elena Walsh (Argentina)


PALOMAS DE LA CIUDAD

Palomitas sin palomar,
la Plaza de Mayo no es buen lugar,
porque nunca se sabe cuándo
va a desbandarlas el temporal.
El Palacio Color de Rosa
cambia de humor como el mar.

Palomitas que ven pasar
a la historia patria por la ciudad
saben bien que unos siembran vientos
y otros cosechan la tempestad.
El que vive por las cornisas
temprano aprende a temblar.

Palomitas qué amigas son
de niños y viejos que toman sol,
reconocen que no es lo mismo
gente con bombo que con tambor,
el timbal de los granaderos
que el retumbar del cañón.

Al posarse en la Catedral
de las criaturas qué pensarán.
Un mal día les tiran balas
y al otro día migas de pan.
Muchos años la primavera
huele a granada de gas.

Rama de olivo
y de laurel
lleven a la Pirámide
celebrando por una vez
que se fueron los cazadores
y que ya nunca van a volver.

María Elena Walsh (1930-2011)

sábado, 14 de enero de 2012

León de Greiff (Colombia)


CANCIÓN DE DINARZADA

Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada:
todo tu ser se le entregó a mi ruego!
todo tu ser se le rindió a mi Nada!
todo tu fuego se fundió en mi fuego!

Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!

Ya qué me importa el torvo rumbo ciego!
Es lumbre para mí la desolada
llanura yerma! Alígero navego
bajo la tempestad desmelenada!

Todo tu fuego se fundió en mi fuego!

Tu grande corazón, tu alma extasiada,
tu espíritu finísimo, a mi ruego
se rindieron: donáronse a mi Nada!
Noche: en tus brazos únicos me entrego,
Dinarzada sutil, noche soñada...

Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!
Todo tu fuego se fundió en mi fuego!

León de Greiff (1895-1976)

lunes, 9 de enero de 2012

Rafael de León (España)



ROMANCE POR FEDERICO

I

Lo mataron en Granada,
una tarde de verano
y todo el cielo gitano
recibió la puñalada...

Sangre en verso derramada,
poesía dulce y roja
que toda la vega moja
en amargo desconsuelo
«sin paño de terciopelo
ni cáliz que la recoja».

(Por cielos de ceniza
se va el poeta;
la frente se le riza
como veleta.
Toda Granada
es una plazoleta
deshabitada)

II

«Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos».
En la palma de sus manos
como un niño lo traían...

Las mujeres se rompían
los volantes de la enagua,
y el Darro bailaba el agua
en un triste soniquete
que sonaba a martinete
y a cante grande de fragua...

(¡Encended los faroles;
romped el velo;
cantad por "caracoles",
que viene el duelo!
¡Como una espada,
llevadlo, así, entre "oles"
por su Granada)

III

No te vayas buen amigo
quédate aquí con nosotros;
están soltando los potros
junto a lo verde del trigo...

Están soñando contigo
temblando de calentura,
gitanas de piel oscura
y brillante cabellera
y hay una boca que espera
morderte labio y cintura...

(Desnúdate deprisa,
que vengo herido;
quédate con la risa
como vestido...
Quiero beberte
y que luego dormido
venga la muerte...)

IV

«Rosa de los Camborios
gime sentada a la puerta»
medio viva y medio muerta
entre paños mortuorios.

A la luz de los velorios,
con pena de jazmín chico,
cual dos palomas sin pico
muestra sus pechos helados,
heridos y acuchillados
lo mismo que Federico.

(¡Que doble, bronce y plata,
la Vela, Vela,
que se ha muerto la nata
de la canela!
Mi bien amado
de limón y ciruela
va amortajado...)

V

«Ignacio Sánchez Mejías
con toda su muerte al hombro»
sale pálido de asombro
a las barandas sombrías...

Todas las ganaderías
mugen a la misma hora
y en el filo de la aurora,
junto a los bravos erales,
sobre el mar de los trigales,
la brisa también lo llora...

(¡Ignacio, dame el vaso
con el ungüento;
no puedo dar un paso,
ya no me siento!
Quiero abrazarte,
pero me ciega un viento
de parte a parte...)

VI

Dentro de su traje oscuro
te nombra Bernarda Alba...
la tarde pinta de malva
la rosa blanca del muro.

En la calle pisa duro
un caballo sin jinete;
dan en la torre las siete
y Angustias, con voz sombría,
solloza un Ave María
derrumbada en el poyete.

(Por la tapia del huerto
te llamé en vano...
—¡Dime que no está muerto
Pepe, el Romano!—
Ciego de zambra,
con un Ángel gitano
va por la Alhambra...)

VII

—¿De quién es ese lamento
que sobre la noche rueda?...
—De Marianita Pineda,
que está bordando en el viento...

Con hilos de sentimiento,
a la vez que borda y canta
y con mano fina planta
entre sangrientos jardines
una rosa de carmines
que enjoyará su garganta...

(¿Qué bordas, Marianita,
sobre esa tela?
La flor para una cita
que me desvela...
¡En seda cuaja
lo que Granada grita
que es su mortaja...)

VIII

«¡Hijo con un cuchillito
que apenas cabe en la mano»,
de tu romance gitano
cortaron la flor del grito!

¡Ay, qué dolor infinito
de pedernal y de rosa;
voy y vengo como loca
sin que consolarme pueda
porque ni un hijo me queda
para llevarme a la boca!

(Aquel traje de pana
que se ponía...
Aquella faja grana
que se ceñía...
¡Tanto cuidarlo,
y una flor de canana
para matarlo!).

IX

Desde su balcón volado,
pálida, triste y mocita,
te llama Doña Rosita,
con el aliento apagado...

Un heliotropo morado
le acuchilla las ojeras
y corta con sus tijeras
adormecidas de herrumbre
su corazón hecho lumbre
por cincuenta primaveras...

(¿Quién cambió los papeles
en el piano?
¿Quién secó los claveles
de mi verano...?
¡Ay, qué tormento!
¿Dónde estás, primo hermano,
que no te siento?)

X

Sobre el hoyo de la cama
donde su flor se le mustia
igual que un río de angustia
una mujer se derrama...

Llama en vano, llama y llama
al hijo que se le esconde...
—¿En qué jardines, en dónde,
hallar mi nardo de esperma...?

Grito preñado de Yerma
al que el hijo no responde...

(¡A la nana, mi niño,
que es madrugada...!
¡A la nana, cariño,
flor de Granada!
¡Si yo pudiera
quedarme embarazada
yo te pariera!)

XI

«Antonio Torres Heredia
Camborio de dura crin»,
llora al filo de la media
noche por el Albaicín...

Suena la voz de un muecín
como una fuente delgada,
y desde Sierra Nevada,
una paloma doliente,
baja a besarle la frente
al poeta de Granada...

(¿A dónde vas, amigo,
con tu secreto?
Te llevarás conmigo
voz y soneto...
¡Cómo gemía
dentro de tu esqueleto
la poesía!)

Rafael de León (1908-1982)
.

miércoles, 4 de enero de 2012

J.R.R. Tolkien (Inglaterra)


GATO

El gato, ante su plato, hace rato
que sueña: al parecer,
devora en leche y en escabeche
ratones a placer;
mas es posible que, tigre libre,
vaya vagando, cuando,
erguido y furtivo, oye un rugido:
van riñendo y bramando
sus enjutos y ajados congéneres,
guardando en su guarida
del Este, para fiesta de bestias,
gente gorda y mullida.
El enorme león grandullón,
cimitarra afilada
en la garra, y sangrientos e hirientes
dientes en la quijada;
el leopardo pardo, aquel que apresa
por sorpresa, veloz,
cayendo en vuelo del cielo al suelo,
fugaz, voraz, feroz,
allí junto al gemir de la jungla
---ahora juegan lejos,
fieros animalejos,
y él, manso y sin reflejos:
el gato, ante su plato, hace rato
que vive holgada vida.
Pero jamás olvida.

J.R.R. Tolkien (1892-1973)
de "Cuentos desde El Reino Peligroso"

Imagen: "Néstor" (Alberto Peyrano)

domingo, 4 de diciembre de 2011

Fina Warschaver (Argentina)


EPITAFIO EN MOVIMIENTO

Voy a morir sin dejar rastro,
menos que el caracol ovillado en su membrana,
menos que el aliento condensado en la ventana,
menos que la ojera del guijarro en el estanque,
menos que el latido de la almeja en la arena,
menos que la voluta de la pluma en el aire,
menos que el humo que empaña la mañana.

Ah, si fuera
estrella de nieve en el vidrio del recuerdo,
rosa náutica en el mar del pensamiento,
vela enamorada del viento, pasaría
como espectro de luz en la semana y dejaría
el color de cada día. Pero
voy a morir sin dejar rastro.

Fina Warschaver (1910-1989)

(Del poemario inédito "Color de siete días")
.

sábado, 3 de diciembre de 2011

William Blake (Inglaterra)


TRES POEMAS BREVES

I
PARA VER EL MUNDO...

Para ver el mundo en un grano de arena
y el Cielo en una flor silvestre,
abarca el infinito en la palma de tu mano
y la eternidad en una hora.

Aquel que se liga a una alegría
hace esfumar el fluir de la vida;
aquél quien besa la joya cuando esta cruza su camino
vive en el amanecer de la eternidad.

II
LA ROSA ENFERMA

Estás enferma ¡oh rosa!
El gusano invisible
que vuela, por la noche,
en el aullar del viento,

tu lecho descubrió
de alegría escarlata,
y su amor sombrío y secreto
consume tu vida.

III
ETERNIDAD

Quien a sí encadenare una alegría
malogrará la vida alada.
Pero quien la alegría besare en su aleteo
vive en el alba de la eternidad.

William Blake (1757-1827)
Imagen: "Satán, Amor, Adán y Eva" de William Blake
.

sábado, 26 de noviembre de 2011

José de Espronceda (España)


LA DESESPERACIÓN

Me gusta ver el cielo
con negros nubarrones
y oír los aquilones
horrísonos bramar,
me gusta ver la noche
sin luna y sin estrellas,
y sólo las centellas la tierra iluminar.

Me agrada un cementerio
de muertos bien relleno,
manando sangre y cieno
que impida el respirar,
y allí un sepulturero
de tétrica mirada
con mano despiadada
los cráneos machacar.

Me alegra ver la bomba
caer mansa del cielo,
e inmóvil en el suelo,
sin mecha al parecer,
y luego embravecida
que estalla y que se agita
y rayos mil vomita
y muertos por doquier.

Que el trueno me despierte
con su ronco estampido,
y al mundo adormecido
le haga estremecer,
que rayos cada instante
caigan sobre él sin cuento,
que se hunda el firmamento
me agrada mucho ver.

La llama de un incendio
que corra devorando
y muertos apilando
quisiera yo encender;
tostarse allí un anciano,
volverse todo tea,
y oír como chirrea
¡qué gusto!, ¡qué placer!

Me gusta una campiña
de nieve tapizada,
de flores despojada,
sin fruto, sin verdor,
ni pájaros que canten,
ni sol haya que alumbre
y sólo se vislumbre
la muerte en derredor.

Allá, en sombrío monte,
solar desmantelado,
me place en sumo grado
la luna al reflejar,
moverse las veletas
con áspero chirrido
igual al alarido
que anuncia el expirar.

Me gusta que al Averno
lleven a los mortales
y allí todos los males
les hagan padecer;
les abran las entrañas,
les rasguen los tendones,
rompan los corazones
sin de ayes caso hacer.

Insólita avenida
que inunda fértil vega,
de cumbre en cumbre llega,
y arrasa por doquier;
se lleva los ganados
y las vides sin pausa,
y estragos miles causa,
¡qué gusto!, ¡qué placer!

Las voces y las risas,
el juego, las botellas,
en torno de las bellas
alegres apurar;
y en sus lascivas bocas,
con voluptuoso halago,
un beso a cada trago
alegres estampar.

Romper después las copas,
los platos, las barajas,
y abiertas las navajas,
buscando el corazón;
oír luego los brindis
mezclados con quejidos
que lanzan los heridos
en llanto y confusión.

Me alegra oír al uno
pedir a voces vino,
mientras que su vecino
se cae en un rincón;
y que otros ya borrachos,
en trino desusado,
cantan al dios vendado
impúdica canción.

Me agradan las queridas
tendidas en los lechos,
sin chales en los pechos
y flojo el cinturón,
mostrando sus encantos,
sin orden el cabello,
al aire el muslo bello...
¡Qué gozo!, ¡qué ilusión!

José de Espronceda (1808-1842)
.

martes, 15 de noviembre de 2011

Joaquín Dicenta (h) (España)


QUÉ DOLOROSO ES AMAR

Qué doloroso es amar
y no poderlo decir.
Si es doloroso saber
que va marchando la vida
como una mujer querida
que jamás ha de volver....
Si es doloroso ignorar
dónde vamos al morir,
más doloroso es amar
y no poderlo decir.

Triste es ver que la mirada
hacia el sol levanta el ciego,
y el sol lo envuelve en su fuego
y el ciego no siente nada.
Ver su pupila tranquila
a la luz indiferente
y saber que eternamente
la noche va en su pupila
bajo el dosel de su frente.
Pero si es triste mirar
y la luz no percibir
más doloroso es amar
y no poderlo decir.

Conocer que caminamos
bajo la fuerza de un sino;
recorrer nuestro camino
y no saber dónde vamos.
Ser un triste peregrino
de la vida, en el sendero
no poderse detener
por ser siempre prisionero
del amor o del deber.
Mas si es triste caminar
y no poder descansar
más que al tiempo de morir,
más doloroso es amar
y no poderlo decir.

Vivir y vivir soñando
con cosas que nunca ví
y seguir, seguir andando
sin saber por qué motivo
ni hasta cuándo....
Tener fantasía y vuelo
que pongan al cielo escalas
y ver que nos faltan alas
que nos remonten al cielo....
Mas si es triste no gozar
lo que podemos soñar,
no hay más amargo dolor
que ver el alma morir
prisionera de un amor...
y no poderlo decir.

Joaquín Dicenta (h) (1893-1967)
de la obra teatral "Leonor de Aquitania"
.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Lord Alfred Tennyson (Inglaterra)


LA DAMA DE SHALOTT

I
En las orillas del río, durmiendo,
grandes campos de cebada y centeno
visten colinas y encuentran al cielo;
a través del campo, marcha el sendero
hacia las mil torres de Camelot;
y arriba, y abajo, la gente viene,
mirando a donde los lirios florecen,
en la isla que río abajo aparece:
es la isla de Shalott.

Tiembla el álamo, palidece el sauce,
grises brisas estremecen los aires
y la ola, que por siempre llena el cauce,
por el río y desde la isla distante
fluye que fluye, hasta Camelot.
Cuatro muros grises: sus grises torres
dominan un espacio entre las flores,
y en el silencio de la isla se esconde
la dama de Shalott.

Tras un velo de sauces, por la orilla,
a las pesadas barcas las deslizan
unos lentos caballos; y furtiva,
una vela de seda traza huidiza,
surcos de espuma, hacia Camelot.
Pero ¿ quien la vio nunca saludando?
¿o en la ventana de su estudio estando?
¿o acaso es conocida en el condado
la dama de Shalott?

Sólo los segadores muy temprano,
cuando siegan ya maduros los granos,
escuchan ecos de un alegre canto
que desde el río llega, alto y claro
hasta las mil torres de Camelot:
Bajo la luna el segador trabaja,
apilando haces en las eras altas.
Escucha y murmura: “es ella, el hada,
la dama de Shalott”.

II
Ella teje una tela día y noche,
tela mágica de hermosos colores.
Ha oído murmurar un rumor, sobre
una maldición: ay como se asome
y mire lejos, hacia Camelot.
No sabe que maldición pueda ser,
ella teje y no deja de tejer,
y otra cosa no hay que pueda temer,
la dama de Shalott.

Moviéndose sobre un espejo claro
que cuelga frente a ella todo el año,
sombras del mundo aparecen. Cercano
ve ella el camino que serpenteando
conduce a las torres de Camelot;
Allí el remolino del río gira,
y descortés el aldeano grita,
y de las mozas las capas rojizas
se alejan de Shalott.

A veces un tropel de alegres damas,
un abate, al que portan con calma,
o es un pastor de cabeza rizada,
o de largo pelo y carmesí capa,
un paje se dirige a Camelot;
y a veces cruzan el azul espejo
caballeros de dos en dos viniendo:
no tiene un buen y leal caballero
la dama de Shalott.

Pero en su tela disfruta y recoge
del espejo las mágicas visiones,
y a menudo en las silenciosas noches
un funeral con plumas y faroles
y música, iba hacia Camelot:
O venían, la luna en su camino,
amantes casados de ahora mismo;
“Estoy enferma de tanta sombra”, dijo
la dama de Shalott.

III
A tiro de arco del alero de ella,
él cabalgaba entre la mies de la era;
deslumbraba el sol entre hojas nuevas,
y ardía sobre las broncíneas grebas
del valiente y audaz Sir Lancelot.
Un cruzado al que arrodillado puso
con la dama por siempre en el escudo,
brillaba en el campo amarillo, junto
la lejana Shalott.

Brillaba libre enjoyada la brida:
una rama de estrellas imprevistas
colgadas de una Galaxia amarilla.
Sonaban alegres las campanillas
mientras cabalgaba hacia Camelot:
y en bandolera, plata entre blasones,
colgaba un potente clarín. Al trote,
su armadura tintineaba, sobre
la lejana Shalott.

Bajo el azul despejado del cielo
refulgía la silla de oro y cuero,
ardía el yelmo y la pluma del yelmo,
juntas como una sola llama al viento,
mientras cabalgaba hacia Camelot:
Así en la noche púrpura se viera,
bajo cúmulos sembrados de estrellas,
un cometa, cola de luz, que llega,
a la quieta Shalott.

Su frente alta y clara, al sol brillaba;
sobre los pulidos cascos trotaba;
por debajo de su yelmo flotaban
los bucles negros, mientras cabalgaba,
cabalgaba directo a Camelot.
Desde la orilla, y desde el río,
brilló en el espejo de cristal,
“tralarí lará” cantando en el río
iba Sir Lancelot.

Dejó la tela, y dejó el telar,
tres pasos en su cuarto ella fue a dar,
ella vio el lirio de agua reventar,
el yelmo y la pluma ella fue a mirar,
y posó su mirada en Camelot.
Voló la tela, y se quedó aparte;
se rompió el espejo de parte a parte;
“la maldición vino a mi”, gritó suave
la dama de Shalott.

IV
En la tormenta que de este soplaba,
los bosques de oro pálido menguaban,
y el río ancho en su orilla los lloraba.
Un cielo negro y bajo diluviaba
encima las torres de Camelot.
Ella bajó hasta el río, y encontróse
bajo un sauce, una barca aún a flote,
y escribió, justo en la proa del bote,
“La Dama de Shalott”.

Del río a través del pequeño espacio
como un audaz adivino extasiado
y en trance, viendo ante sí su trágico
destino, y con el semblante impávido,
ella miró lejos, a Camelot.
Y cuando el día por fin se acababa,
ella se tendió, y soltando amarras,
dejó que la corriente la arrastrara,
la dama de Shalott.

Tendida, vestida de un blanco nieve
desbordando por los lados del bote
las hojas cayendo sobre ella, leves,
a través del sonido de la noche,
ella flotaba hacia Camelot.
Y mientras la afilada proa hería
los campos y las esbeltas colinas,
se oyó un cantar, su última melodía,
la dama de Shalott.

Se oyó un cantar, un cantar triste y santo
cantado con fuerza y luego muy bajo,
hasta helarse su sangre muy despacio,
por completo sus ojos se cerraron
fijos en las torres de Camelot.
Porque hasta allí llegó con la marea,
de las primeras casas a la puerta,
y cantando su canción quedó muerta,
la dama de Shalott.

Debajo la torre y la balconada
entre las galerías y las tapias
hermosa y resplandeciente flotaba,
pálida de muerte, entre las casas,
entrando silenciosa en Camelot.
Al embarcadero juntos salieron:
dama y señor, burgués y caballero,
su nombre junto a la proa leyeron,
la dama de Shalott.

¿Qué tenemos aquí ? ¿ Y qué es todo esto ?
Y en el palacio de luces y juegos
el jolgorio real tornó silencio;
Se santiguaron todos con miedo,
los caballeros, allí en Camelot:
Pero Lancelot, meditando un poco,
fue y dijo, “Ella tiene el rostro hermoso,
por gracia de Dios misericordioso,
la dama de Shalott.”

Lord Alfred Tennyson (1809-1892)
Versión de © Pedro Calafat
Imagen: "The Lady of Shalott" - John William Waterhouse (1849-1917)
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martes, 8 de noviembre de 2011

Tomás Segovia (España)


LA MÚSICA


A Alicia Urreta

No se ve por ningún lado la fuente de silencio
el estanque de sombra la secreta semilla de tiempo
de donde ella ha debido levantarse
sigilosa descalza alada
mujer blanca y desnuda con un antifaz negro
en su danza de suspiros jugando con el fuego
música silencio viviente tesoro de irónicas monedas puras
chorro de enigmas deslumbrantes surtidor de inquietud
música boca sellada diosa que nada dice
por qué me clavas en el alma este imposible
de qué me estás hablando
qué atávica locura quieres hacerme confesar
qué serpiente dormida quisieras despertarme
adónde me arrastras por este túnel en que has convertido el tiempo
no te rías no huyas deja de socavar la tierra bajo mis pies
adónde quieres precipitarme
música abismo luminoso insidioso amor
música vibración de la ausencia lluvia de heridas
lluvia de claros venenos
lluvia de mudas preguntas sin respuesta
por qué me encadenas así al latido del tiempo
ah insensata avasalladora soy tu esclavo sonámbulo
espérame déjame tocarte enloquezco de libertad
dónde tenía yo estas oscuras entrañas que me acaricias
dónde estaba mi pureza límpida como el rayo
y que recibo ahora de tus manos de agua
música radiante de confusión
mina de luz lenguaje que gravita y gira
lenguaje astral silencio al fin solar
lenguaje movedizo bandada de señas y de risas
sigue durando no te acabes vive
sigue sigue fundando este imperio de éter
no te mueras fuera de ti apenas toque el mundo
va a disiparse este bloque de bondad que ha hecho de mí tu amor
espera llama helada no te vayas
acaba de decir la última sílaba termina esa palabra
materialízate detente formula ya el enigma
qué dices qué decías
ah no me arrebates ya tan fugitivo este blanquísimo dolor...

© Tomás Segovia
(1927-2011)
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martes, 1 de noviembre de 2011

Cristina (Uruguay)


PIEDRA Y ARENA

En la arena blanca sobre la piedra
la agonía juega feroz batalla para ganarle a la alegría.
Reflejada en tu mirada incierta
descubro que la soledad exprime su último aliento.
Me quedo como piedra estable,
contemplando tus pupilas sobre las mias.

Revocando los instantes
la piedra se deshace en miles de partículas diminutas,
mientras tu corazón pequeño se volvía
como arena en el desierto, volátil y débil al viento,
la piel se rasgaba de tanto deseo.

La euforia se instala en un momento
y tu voz grave y atrevida
retumba estrepitosa en mis oídos;
yo perdía la calma y vos los sentidos.
Acorralados en nuestros pasos desenfrenados
caminamos de esquina a esquina,
viendo la piedra fundirse en la arena
como volcán encendido.

Retomando el aliento...

Tu soplo sobre el mío trae aroma fresco,
tu piel de ángel desnudo
y la arena blanca sobre la piedra.

© Cristina
http://perfumederosas-cristina.blogspot.com/
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lunes, 31 de octubre de 2011

Charles Dickens (Inglaterra)

ENCUENTRO CON LA SEÑORITA HAVISHAM


... Como no tenía más recurso que llamar a la puerta, lo hice, y entonces oí una voz que me ordenaba entrar. Por consiguiente, obedecí, encontrándome en una habitación bastante grande y muy bien alumbrada con velas de cera. Allí no llegaba el menor rayo de luz diurna. A juzgar por el mobiliario, podía creerse que era un tocador, aunque había muebles y utensilios de formas y usos completamente desconocidos para mí. Pero lo más importante de todo era una mesa cubierta con un paño y coronada por un espejo de marco dorado, en lo cual reconocí que era una mesa propia de un tocador y de una dama refinada.
Ignoro si habría comprendido tan pronto el objeto de este mueble de no haber visto, al mismo tiempo, a una elegante dama sentada a poca distancia. En un sillón de brazos y con el codo apoyado en la mesa y la cabeza en la mano correspondiente vi a la dama más extraña que jamás he visto o veré.
Vestía un traje muy rico de satén, de encaje y de seda, todo blanco. Sus zapatos eran del mismo color. De su cabeza colgaba un largo velo, asimismo blanco, y su cabello estaba adornado por flores propias de desposada, aunque aquél ya era blanco. En su cuello y en sus manos brillaban algunas joyas, y en la mesa se veían otras que centelleaban. Por doquier, y medio doblados, había otros trajes, aunque menos espléndidos que el que llevaba aquella extraña mujer. En apariencia no había terminado de vestirse, porque tan sólo llevaba un zapato y el otro estaba sobre la mesa inmediata a ella. En cuanto al velo, estaba arreglado a medias, no se había puesto el reloj y la cadena, y sobre la mesa coronada por el espejo se veían algunos encajes, su pañuelo, sus guantes, algunas flores y un libro de oraciones, todo formando un montón.
Desde luego, no lo vi todo en los primeros momentos, aunque sí pude notar mucho más de lo que se creería, y advertí también que todo lo que tenía delante, y que debía de haber sido blanco, lo fue, tal vez, mucho tiempo atrás, porque había perdido su brillo, tomando tonos amarillentos. Además, noté que la novia, vestida con traje de desposada, había perdido el color, como el traje y las flores, y que en ella no brillaba nada más que sus hundidos ojos. A1 mismo tiempo, observé que aquel traje cubrió un día la redondeada figura de una mujer joven y que ahora se hallaba sobre un cuerpo reducido a la piel y a los huesos. Una vez me llevaron a ver unas horrorosas figuras de cera en la feria, que representaban no sé a quién, aunque, desde luego, a un personaje, que yacía muerto y vestido con traje de ceremonia. Otra vez, también visité una de las iglesias situadas en nuestros marjales, y allí vi a un esqueleto reducido a cenizas, cubierto por un rico traje y al que desenterraron de una bóveda que había en el pavimento de la iglesia. Pero en aquel momento la figura de cera y el esqueleto parecían haber adquirido unos ojos oscuros que se movían y que me miraban. Y tanto fue mi susto, que, de haber sido posible, me hubiese echado a llorar.
- ¿Quién es? - preguntó la dama que estaba junto a la mesa.
- Pip, señora.
- ¿Pip?
- Sí, señora. Un muchacho que ha traído el señor Pumblechook. He venido... a jugar.
-Acércate. Deja que te vea. Ven a mi lado.
Cuando estuve ante ella, evitando su mirada, pude tomar nota detallada de los objetos que la rodeaban. Entonces vi que su reloj estaba parado a las nueve menos veinte y que el que estaba colgado en la pared interrumpió también su movimiento a la misma hora.
- Mírame - dijo la señorita Havisham -. Supongo que no tendrás miedo de una mujer que no ha visto el sol desde que naciste.
Lamento consignar que no temí decir la enorme mentira comprendida en la respuesta:
- No.
- ¿Sabes lo que toco ahora? - dijo poniendo las dos manos, una sobre otra, encima del lado izquierdo de su pecho.
- Sí, señora - contesté recordando al joven que quería arrancarme el corazón y el hígado.
- ¿Qué toco?
- Su corazón.
- ¡Destrozado!
Me dirigió una ansiosa mirada al pronunciar tal palabra con el mayor énfasis y con extraña sonrisa, en la que advertía cierta vanidad. Conservó las manos sobre su pecho por espacio de unos instantes, y luego las separó lentamente, como si le pesaran demasiado.
- Estoy fatigada - dijo la señorita Havisham -. Deseo alguna distracción, y ya no puedo soportar a los hombres ni a las mujeres. ¡Juega!
Como comprenderá el lector más aficionado a la controversia, difícilmente podría haber ordenado a un muchacho cualquiera otra cosa más extraordinaria en aquellas circunstancias.
- A veces tengo caprichos de enferma - continuó -. Y ahora tengo el de desear que alguien juegue. ¡Vamos, muchacho! - dijo moviendo impaciente los dedos de su mano derecha -. ¡Juega, juega!
Por un momento, y sintiendo el temor de mi hermana, tuve la idea desesperada de empezar a correr alrededor de la estancia imitando lo mejor que pudiera el coche del señor Pumblechook, pero me sentí tan incapaz de hacerlo, que abandoné mi propósito y me quedé mirando a la señorita Havisham con expresión que ella debió de considerar de testarudez, pues en cuanto hubimos cambiado una mirada me preguntó:
- ¿Acaso eres tozudo y de carácter triste?
- No, señora. Lo siento mucho por usted, mucho. Pero en este momento no puedo jugar. Si da usted quejas de mí, tendré que sufrir el castigo de mi hermana, y sólo por esta causa lo haría si me fuese posible; pero este lugar es tan nuevo para mí, tan extraño, tan elegante y... ¡tan melancólico!
Y me interrumpí, temiendo decir o haber dicho demasiado, en tanto que cruzábamos nuestra mirada.
Antes de que volviese a hablar apartó de mí sus ojos y miró su traje, la mesa del tocador y, finalmente, a su imagen reflejada en el espejo.
- ¡Tan nuevo para él y tan viejo para mí!-murmuró -. ¡Tan extraño para él y tan familiar para mí, y tan melancólico para los dos! Llama a Estella.
Seguía mirando su imagen reflejada por el espejo, y como yo me figurase que hablaba consigo misma, me quedé quieto.
-Llama a Estella - repitió, dirigiéndome una mirada centelleante -. Eso bien puedes hacerlo. Llama a Estella. A la puerta.
Eso de asomarme a la oscuridad de un misterioso corredor de una casa desconocida, llamando a gritos a la burlona joven, a Estella, que tal vez no estaría visible ni me contestaría, me daba la impresión de que el gritar su nombre equivaldría a tomarme una libertad extraordinaria, y me resultaba casi tan violento como empezar a jugar en cuanto me lo mandasen. Pero la joven contestó por fin, y, semejante a una estrella efectiva, apareció su bujía, a lo lejos, en el corredor.
La señora Havisham le hizo seña de que se acercase, y, tomando una joya que había encima de la mesa, observó el efecto que hacía sobre el joven pecho de la muchacha, y también poniéndola sobre el cabello de ésta.
- Un día será tuya, querida mía - dijo -. Y la emplearás bien. Ahora hazme el favor de jugar a los naipes con este muchacho.
- ¿Con este muchacho? ¡Si es un labriego!
Me pareció oír la respuesta de la señorita Havisham, pero fue tan extraordinaria que apenas creí lo que oía.
- Pues bien - dijo -, diviértete en destrozarle el corazón.
- ¿A qué sabes jugar, muchacho? - me preguntó Estella con el mayor desdén.
Contesté indicando el único juego de naipes que conocía, y ella, conformándose, se sentó ante mí y empezamos a jugar.
Entonces fue cuando comprendí que todo lo que había en la estancia, a semejanza del reloj, se había parado e interrumpido hacía ya mucho tiempo. Noté que la señorita Havisham dejó la joya exactamente en el mismo lugar de donde la tomara. Y mientras Estella repartía los naipes, yo miré otra vez a la mesa del tocador, y allí vi el zapato que un día fue blanco y ahora estaba amarillento, pero sin la menor señal de haber sido usado. Miré al pie cuyo zapato faltaba y observé que la media de seda, que también fue blanca y que ahora era de color de hueso, quedó destrozada a fuerza de andar; y aun sin aquella interrupción de todo y sin la inmóvil presencia de los pálidos objetos ya marchitos, el traje nupcial sobre el cuerpo inmóvil no podría haberse parecido más a una vestidura propia de la tumba, ni el largo velo más semejante a un sudario.
Así estaba ella inmóvil como un cadáver, mientras la joven y yo jugábamos a los naipes. Todos los adornos de su traje nupcial parecían ser de papel de estraza. Nadie sabía entonces de los descubrimientos que, de vez en cuando, se hacen de cadáveres enterrados en antiguos tiempos y que se convierten en polvo en el momento de aparecerse a la vista de los mortales; pero desde entonces he pensado con frecuencia que tal vez la admisión en la estancia de la luz del día habría convertido en polvo a aquella mujer.
- Este muchacho llama mozos a las sotas - dijo Estella con desdén antes de terminar el primer juego -. Y ¡qué manos tan ordinarias tiene! ¡Qué botas!
Hasta aquel momento, jamás se me ocurrió avergonzarme de mis manos, pero entonces empecé a considerarlas de un modo muy desfavorable. El desprecio que ella me manifestaba era tan fuerte que no pude menos de notarlo. Ganó el primer juego y yo di. Naturalmente, lo hice mal, sabiendo, como sabía, que esperaba cualquier torpeza por mi parte. Y, en efecto, inmediatamente me calificó de estúpido, de torpe y de destripaterrones.
- Tú no dices nada de ella - observó dirigiéndose a mí la señorita Havisham mientras miraba nuestro juego -, Ella te ha dicho muchas cosas desagradables, y, sin embargo, no le contestas. ¿Qué piensas de ella?
-No quiero decirlo-tartamudeé.
- Pues ven a decírmelo al oído - ordenó la señorita Havisham inclinando la cabeza.
- Me parece que es muy orgullosa - dije en un murmullo.
- ¿Y nada más?
- También me parece muy bonita.
- ¿Nada más?
- La creo muy insultante - añadí mientras la joven me miraba con la mayor aversión.
- ¿Y nada más?
- Creo que debería irme a casa.
- ¿Y no verla más, aun siendo tan bonita?
- No estoy seguro de que no desee verla de nuevo, pero sí me gustaría irme a casa ahora.
-Pronto irás - dijo en voz alta la señorita Havisham-. Acaba este juego.
Si se exceptúa una leve sonrisa que observé en el rostro de la señorita Havisham, habría podido creer que no sabía sonreír. Asumió una expresión vigilante y pensativa, como si todas las cosas que la rodeaban se hubiesen quedado muertas y ya nada pudiese reanimarlas. Se hundió su pecho y se quedó encorvada; también su voz habíase debilitado, de manera que cuando hablaba, su tono parecía ser mortalmente apacible. Y en conjunto tenía el aspecto de haberse desplomado en cuerpo y alma después de recibir un tremendo golpe.
Terminé aquel juego con Estella, que también me lo ganó. Luego arrojó los naipes sobre la mesa, como si se despreciase a sí misma por haberme ganado.
- ¿Cuándo volverás?-preguntó la señorita Havisham-. Espera que lo piense.
Yo empecé a recordarle que estábamos en miércoles, pero me interrumpió con el mismo movimiento de impaciencia de los dedos de su mano derecha.
- ¡Calla, calla! Nada sé ni quiero saber de los días de la semana, ni de las semanas del año. Vuelve dentro de seis días. ¿Entiendes?
- Sí, señora.
-Estella, acompáñale abajo. Dale algo de comer y déjale que vaya de una parte a otra mientras come. Vete, Pip.
Seguí la luz al bajar la escalera, del mismo modo como la siguiera al subir, y ella fue a situarse en el mismo lugar en que encontramos la bujía. Hasta que abrió la entrada lateral, pude imaginarme, aunque sin pensar en ello, que necesariamente sería de noche, y así el torrente de luz diurna me dejó deslumbrado y me dio la impresión de haber permanecido muchas horas a la luz de la bujía.

Charles Dickens (1812-1870)
de "Grandes esperanzas" (Fragmento del Capítulo VIII)

Imagen: fotograma del film "Great Expectations" (1946) dirigido por David Lean. El personaje de Miss Havisham interpretado por Martita Hunt.
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