Una intención estética con la Palabra

Blog creado por Alberto Peyrano
© 2010, Buenos Aires (Argentina)


lunes, 31 de octubre de 2011

Charles Dickens (Inglaterra)

ENCUENTRO CON LA SEÑORITA HAVISHAM


... Como no tenía más recurso que llamar a la puerta, lo hice, y entonces oí una voz que me ordenaba entrar. Por consiguiente, obedecí, encontrándome en una habitación bastante grande y muy bien alumbrada con velas de cera. Allí no llegaba el menor rayo de luz diurna. A juzgar por el mobiliario, podía creerse que era un tocador, aunque había muebles y utensilios de formas y usos completamente desconocidos para mí. Pero lo más importante de todo era una mesa cubierta con un paño y coronada por un espejo de marco dorado, en lo cual reconocí que era una mesa propia de un tocador y de una dama refinada.
Ignoro si habría comprendido tan pronto el objeto de este mueble de no haber visto, al mismo tiempo, a una elegante dama sentada a poca distancia. En un sillón de brazos y con el codo apoyado en la mesa y la cabeza en la mano correspondiente vi a la dama más extraña que jamás he visto o veré.
Vestía un traje muy rico de satén, de encaje y de seda, todo blanco. Sus zapatos eran del mismo color. De su cabeza colgaba un largo velo, asimismo blanco, y su cabello estaba adornado por flores propias de desposada, aunque aquél ya era blanco. En su cuello y en sus manos brillaban algunas joyas, y en la mesa se veían otras que centelleaban. Por doquier, y medio doblados, había otros trajes, aunque menos espléndidos que el que llevaba aquella extraña mujer. En apariencia no había terminado de vestirse, porque tan sólo llevaba un zapato y el otro estaba sobre la mesa inmediata a ella. En cuanto al velo, estaba arreglado a medias, no se había puesto el reloj y la cadena, y sobre la mesa coronada por el espejo se veían algunos encajes, su pañuelo, sus guantes, algunas flores y un libro de oraciones, todo formando un montón.
Desde luego, no lo vi todo en los primeros momentos, aunque sí pude notar mucho más de lo que se creería, y advertí también que todo lo que tenía delante, y que debía de haber sido blanco, lo fue, tal vez, mucho tiempo atrás, porque había perdido su brillo, tomando tonos amarillentos. Además, noté que la novia, vestida con traje de desposada, había perdido el color, como el traje y las flores, y que en ella no brillaba nada más que sus hundidos ojos. A1 mismo tiempo, observé que aquel traje cubrió un día la redondeada figura de una mujer joven y que ahora se hallaba sobre un cuerpo reducido a la piel y a los huesos. Una vez me llevaron a ver unas horrorosas figuras de cera en la feria, que representaban no sé a quién, aunque, desde luego, a un personaje, que yacía muerto y vestido con traje de ceremonia. Otra vez, también visité una de las iglesias situadas en nuestros marjales, y allí vi a un esqueleto reducido a cenizas, cubierto por un rico traje y al que desenterraron de una bóveda que había en el pavimento de la iglesia. Pero en aquel momento la figura de cera y el esqueleto parecían haber adquirido unos ojos oscuros que se movían y que me miraban. Y tanto fue mi susto, que, de haber sido posible, me hubiese echado a llorar.
- ¿Quién es? - preguntó la dama que estaba junto a la mesa.
- Pip, señora.
- ¿Pip?
- Sí, señora. Un muchacho que ha traído el señor Pumblechook. He venido... a jugar.
-Acércate. Deja que te vea. Ven a mi lado.
Cuando estuve ante ella, evitando su mirada, pude tomar nota detallada de los objetos que la rodeaban. Entonces vi que su reloj estaba parado a las nueve menos veinte y que el que estaba colgado en la pared interrumpió también su movimiento a la misma hora.
- Mírame - dijo la señorita Havisham -. Supongo que no tendrás miedo de una mujer que no ha visto el sol desde que naciste.
Lamento consignar que no temí decir la enorme mentira comprendida en la respuesta:
- No.
- ¿Sabes lo que toco ahora? - dijo poniendo las dos manos, una sobre otra, encima del lado izquierdo de su pecho.
- Sí, señora - contesté recordando al joven que quería arrancarme el corazón y el hígado.
- ¿Qué toco?
- Su corazón.
- ¡Destrozado!
Me dirigió una ansiosa mirada al pronunciar tal palabra con el mayor énfasis y con extraña sonrisa, en la que advertía cierta vanidad. Conservó las manos sobre su pecho por espacio de unos instantes, y luego las separó lentamente, como si le pesaran demasiado.
- Estoy fatigada - dijo la señorita Havisham -. Deseo alguna distracción, y ya no puedo soportar a los hombres ni a las mujeres. ¡Juega!
Como comprenderá el lector más aficionado a la controversia, difícilmente podría haber ordenado a un muchacho cualquiera otra cosa más extraordinaria en aquellas circunstancias.
- A veces tengo caprichos de enferma - continuó -. Y ahora tengo el de desear que alguien juegue. ¡Vamos, muchacho! - dijo moviendo impaciente los dedos de su mano derecha -. ¡Juega, juega!
Por un momento, y sintiendo el temor de mi hermana, tuve la idea desesperada de empezar a correr alrededor de la estancia imitando lo mejor que pudiera el coche del señor Pumblechook, pero me sentí tan incapaz de hacerlo, que abandoné mi propósito y me quedé mirando a la señorita Havisham con expresión que ella debió de considerar de testarudez, pues en cuanto hubimos cambiado una mirada me preguntó:
- ¿Acaso eres tozudo y de carácter triste?
- No, señora. Lo siento mucho por usted, mucho. Pero en este momento no puedo jugar. Si da usted quejas de mí, tendré que sufrir el castigo de mi hermana, y sólo por esta causa lo haría si me fuese posible; pero este lugar es tan nuevo para mí, tan extraño, tan elegante y... ¡tan melancólico!
Y me interrumpí, temiendo decir o haber dicho demasiado, en tanto que cruzábamos nuestra mirada.
Antes de que volviese a hablar apartó de mí sus ojos y miró su traje, la mesa del tocador y, finalmente, a su imagen reflejada en el espejo.
- ¡Tan nuevo para él y tan viejo para mí!-murmuró -. ¡Tan extraño para él y tan familiar para mí, y tan melancólico para los dos! Llama a Estella.
Seguía mirando su imagen reflejada por el espejo, y como yo me figurase que hablaba consigo misma, me quedé quieto.
-Llama a Estella - repitió, dirigiéndome una mirada centelleante -. Eso bien puedes hacerlo. Llama a Estella. A la puerta.
Eso de asomarme a la oscuridad de un misterioso corredor de una casa desconocida, llamando a gritos a la burlona joven, a Estella, que tal vez no estaría visible ni me contestaría, me daba la impresión de que el gritar su nombre equivaldría a tomarme una libertad extraordinaria, y me resultaba casi tan violento como empezar a jugar en cuanto me lo mandasen. Pero la joven contestó por fin, y, semejante a una estrella efectiva, apareció su bujía, a lo lejos, en el corredor.
La señora Havisham le hizo seña de que se acercase, y, tomando una joya que había encima de la mesa, observó el efecto que hacía sobre el joven pecho de la muchacha, y también poniéndola sobre el cabello de ésta.
- Un día será tuya, querida mía - dijo -. Y la emplearás bien. Ahora hazme el favor de jugar a los naipes con este muchacho.
- ¿Con este muchacho? ¡Si es un labriego!
Me pareció oír la respuesta de la señorita Havisham, pero fue tan extraordinaria que apenas creí lo que oía.
- Pues bien - dijo -, diviértete en destrozarle el corazón.
- ¿A qué sabes jugar, muchacho? - me preguntó Estella con el mayor desdén.
Contesté indicando el único juego de naipes que conocía, y ella, conformándose, se sentó ante mí y empezamos a jugar.
Entonces fue cuando comprendí que todo lo que había en la estancia, a semejanza del reloj, se había parado e interrumpido hacía ya mucho tiempo. Noté que la señorita Havisham dejó la joya exactamente en el mismo lugar de donde la tomara. Y mientras Estella repartía los naipes, yo miré otra vez a la mesa del tocador, y allí vi el zapato que un día fue blanco y ahora estaba amarillento, pero sin la menor señal de haber sido usado. Miré al pie cuyo zapato faltaba y observé que la media de seda, que también fue blanca y que ahora era de color de hueso, quedó destrozada a fuerza de andar; y aun sin aquella interrupción de todo y sin la inmóvil presencia de los pálidos objetos ya marchitos, el traje nupcial sobre el cuerpo inmóvil no podría haberse parecido más a una vestidura propia de la tumba, ni el largo velo más semejante a un sudario.
Así estaba ella inmóvil como un cadáver, mientras la joven y yo jugábamos a los naipes. Todos los adornos de su traje nupcial parecían ser de papel de estraza. Nadie sabía entonces de los descubrimientos que, de vez en cuando, se hacen de cadáveres enterrados en antiguos tiempos y que se convierten en polvo en el momento de aparecerse a la vista de los mortales; pero desde entonces he pensado con frecuencia que tal vez la admisión en la estancia de la luz del día habría convertido en polvo a aquella mujer.
- Este muchacho llama mozos a las sotas - dijo Estella con desdén antes de terminar el primer juego -. Y ¡qué manos tan ordinarias tiene! ¡Qué botas!
Hasta aquel momento, jamás se me ocurrió avergonzarme de mis manos, pero entonces empecé a considerarlas de un modo muy desfavorable. El desprecio que ella me manifestaba era tan fuerte que no pude menos de notarlo. Ganó el primer juego y yo di. Naturalmente, lo hice mal, sabiendo, como sabía, que esperaba cualquier torpeza por mi parte. Y, en efecto, inmediatamente me calificó de estúpido, de torpe y de destripaterrones.
- Tú no dices nada de ella - observó dirigiéndose a mí la señorita Havisham mientras miraba nuestro juego -, Ella te ha dicho muchas cosas desagradables, y, sin embargo, no le contestas. ¿Qué piensas de ella?
-No quiero decirlo-tartamudeé.
- Pues ven a decírmelo al oído - ordenó la señorita Havisham inclinando la cabeza.
- Me parece que es muy orgullosa - dije en un murmullo.
- ¿Y nada más?
- También me parece muy bonita.
- ¿Nada más?
- La creo muy insultante - añadí mientras la joven me miraba con la mayor aversión.
- ¿Y nada más?
- Creo que debería irme a casa.
- ¿Y no verla más, aun siendo tan bonita?
- No estoy seguro de que no desee verla de nuevo, pero sí me gustaría irme a casa ahora.
-Pronto irás - dijo en voz alta la señorita Havisham-. Acaba este juego.
Si se exceptúa una leve sonrisa que observé en el rostro de la señorita Havisham, habría podido creer que no sabía sonreír. Asumió una expresión vigilante y pensativa, como si todas las cosas que la rodeaban se hubiesen quedado muertas y ya nada pudiese reanimarlas. Se hundió su pecho y se quedó encorvada; también su voz habíase debilitado, de manera que cuando hablaba, su tono parecía ser mortalmente apacible. Y en conjunto tenía el aspecto de haberse desplomado en cuerpo y alma después de recibir un tremendo golpe.
Terminé aquel juego con Estella, que también me lo ganó. Luego arrojó los naipes sobre la mesa, como si se despreciase a sí misma por haberme ganado.
- ¿Cuándo volverás?-preguntó la señorita Havisham-. Espera que lo piense.
Yo empecé a recordarle que estábamos en miércoles, pero me interrumpió con el mismo movimiento de impaciencia de los dedos de su mano derecha.
- ¡Calla, calla! Nada sé ni quiero saber de los días de la semana, ni de las semanas del año. Vuelve dentro de seis días. ¿Entiendes?
- Sí, señora.
-Estella, acompáñale abajo. Dale algo de comer y déjale que vaya de una parte a otra mientras come. Vete, Pip.
Seguí la luz al bajar la escalera, del mismo modo como la siguiera al subir, y ella fue a situarse en el mismo lugar en que encontramos la bujía. Hasta que abrió la entrada lateral, pude imaginarme, aunque sin pensar en ello, que necesariamente sería de noche, y así el torrente de luz diurna me dejó deslumbrado y me dio la impresión de haber permanecido muchas horas a la luz de la bujía.

Charles Dickens (1812-1870)
de "Grandes esperanzas" (Fragmento del Capítulo VIII)

Imagen: fotograma del film "Great Expectations" (1946) dirigido por David Lean. El personaje de Miss Havisham interpretado por Martita Hunt.
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Pablo de Rokha (Chile)


CANTO DEL MACHO ANCIANO
(Fragmento)

..... Sentado a la sombra inmortal de un sepulcro,
o enarbolando el gran anillo matrimonial herido
.......... a la manera de palomas que se deshojan
.......... como congojas,
escarbo los últimos atardeceres.

..... Como quien arroja un libro de botellas tristes
.......... a la Mar-Oceáno
o una enorme piedra de humo echando sin embargo
.......... espanto a los acantilados de la historia
o acaso un pájaro muerto que gotea llanto,
voy lanzando los peñascos inexorables del pretérito
contra la muralla negra.

..... Y como ya todo es inútil,
como los candados del infinito crujen en goznes
..........mohosos,
su actitud llena la tierra de lamentos.

..... Escucho el regimiento de esqueletos del gran
.......... crepúsculo,
del gran crepúsculo cardíaco o demoníaco, maníaco
.......... de los enfurecidos ancianos,
la trompeta acusatoria de la desgracia acumulada,
el arriarse descomunal de todas las banderas,
.......... el ámbito terriblemente pálido
de los fusilamientos, la angustia
del soldado que agoniza entre tizanas y frazadas,
.......... a quinientas leguas abiertas
del campo de batalla, y sollozo como un pabellón
.......... antiguo.

..... Hay lágrimas de hierro amontonadas, pero
por dentro del invierno se levanta el hongo infernal
.......... del cataclismo personal, y catástrofes
.......... de ciudades
que murieron y son polvo remoto, aúllan.

...... Ha llegado la hora vestida de pánico
en la cual todas las vidas carecen de sentido,
.......... carecen de destino, carecen de estilo y de
.......... espada,
carecen de dirección, de voz, carecen
de todo lo rojo y terrible de las empresas
.......... o las epopeyas o las viviendas ecuménicas,
que justificarán la existencia como peligro y como
.......... suicidio; un mito enorme,
equivocado, rupestre, de rumiante
fue el existir; y restan las chaquetas solas del
.......... ágape inexorable, las risas caídas
.......... y el arrepentimiento invernal de los excesos,
en aquel entonces antiquísimo con rasgos de santo
......... y de demonio,
cuando yo era hermoso como un toro negro y tenía
.......... las mujeres que quería
y un revólver de hombre a la cintura.

..... Faltan las glándulas
y el varón genital intimidado por el yo rabioso,
.......... se recoge a la medida del abatimiento
.......... o atardeciendo
araña la perdida felicidad en los escombros;
el amor nos agarró y nos estrujó como a limones
.......... desesperados,
yo ando lamiendo su ternura,
pero ella se diluye en la eternidad, se confunde
.......... en la eternidad, se destruye en la eternidad
.......... y aunque existo porque batallo y "mi poesía
.......... es mi militancia",
todo lo eterno me rodea amenazándome y gritando
.......... desde la otra orilla.

.... Busco los musgos, las cosas usadas y
.......... estupefactas,
lo postpretérito y difícil, arado de pasado
.......... e infinitamente de olvido, polvoso y mohoso
.......... como las panoplias de antaño, como
.......... las familias de antaño, como las monedas
.......... de antaño,
con el resplandor de los ataúdes enfurecidos,
el gigante relincho de los sombreros muertos,
.......... o aquello únicamente aquello
que se está cayendo en las formas
el yo público, la figura atronadora del ser
que se ahoga contradiciéndose.

..... Ahora la hembra domina, envenenada,
y el vino se burla de nosotros como un cómplice
.......... de nosotros, emborrachándonos, cuando nos
.......... llevamos la copa a la boca dolorosa,
acorralándonos y aculatándonos contra nosotros
.......... mismos como mitos.

..... Estamos muy cansados de escribir universos
.......... sobre universos
y la inmortalidad que otrora tanto amaba el corazón
.......... adolescente, se arrastra
como una pobre puta envejeciendo;
sabemos que podemos escalar todas las montañas
.......... de la literatura como en la juventud heroica,
.......... que nos aguanta el ánimo
el coraje suicida de los temerarios, y sin embargo
.......... yo,
definitivamente viudo, definitivamente solo,
.......... defnitivamente viejo, y apuñalado de
.......... padecimientos,
ejecutando la hazaña desesperada de sobrepujarme,
el autorretrato de todo lo heroico de la sociedad
.......... y la naturaleza me abruma;
¿qué les sucede a los ancianos con su propia
.......... ex combatiente sombra?
se confunden con ella ardiendo y son fuego
.......... rugiendo sueño de sombra hecho de sombra,
lo sombrío definitivo y un ataúd que anda llorando
.......... sombra sobre sombra.

..... Viviendo del recuerdo, amamantándome
del recuerdo, el recuerdo me envuelve y al retornar
.......... a la gran soledad de la adolescencia,
padre y abuelo, padre de innumerables familias,
raguño los rescoldos, y la ceniza helada agranda
.......... la desesperación
en la que todos están muertos entre muertos,
y la más amada de las mujeres, retumba en
.......... la tumba de truenos y héroes
labrada con palancas universales o como bramando.

..... ¿En qué bosques de fusiles nos esconderemos
.......... de aquestos pellejos ardiendo?
porque es terrible el seguirse a sí mismo cuando
.......... lo hicimos todo, lo quisimos todo,
.......... lo pudimos todo y se nos quebraron
.......... las manos,
las manos y los dientes mordiendo hierro con
.......... fuego;
y ahora como se desciende terriblemente de
.......... lo cuotidiano a lo infinito, ataúd por ataúd,
desbarrancándonos como peñascos o como caballos
......... .mundo abajo,
vamos con extraños, paso a paso y tranco a tranco
.......... midiendo el derrumbamiento general,
calculándolo, a la sordina,
y de ahí entonces la prudencia que es la derrota
.......... de la ancianidad;
vacías restan las botellas,
gastados los zapatos y desaparecidos los amigos
.......... más queridos, nuestro viejo tiempo, la época
y tú, Winétt, colosal e inexorable.

..... Todas las cosas van siguiendo mis pisadas
.......... ladrando desesperadamente,
como un acompañamiento fúnebre, mordiendo
.......... el siniestro funeral del mundo, como
.......... el entierro nacional
de las edades, y yo voy muerto andando.
.......... Infinitamente cansado, desengañado, errado,
con la sensación categórica de haberme equivocado
.......... en lo ejecutado o desperdiciado
.......... o abandonado o atropellado al avatar del
.......... destino
en la inutilidad de existir y su gran carrera
.......... despedazada;
comprendo y admiro a los líderes,
pero soy el coordinador de la angustia del universo,
.......... el suicida que apostó su destino a la baraja
de la expresionalidad y lo ganó perdiendo
.......... el derecho a perderlo,
el hombre que rompe su época y arrasándola, le da
.......... categoría y régimen,
pero queda hecho pedazos y a la expectativa;
rompiente de jubilaciones, ariete y símbolo
.......... de piedra,
anhelo ya la antigua plaza de provincia
y la discusión con los pájaros, el vagabundaje y
.......... la retreta apolillada en los extramuros.

..... Está lloviendo, está lloviendo, está lloviendo,
¡ojalá siempre esté lloviendo, esté lloviendo
.......... siempre y el vendaval desenfrenado que
.......... yo soy íntegro, se asocie
a la personalidad popular del huracán!

..... A la manera de la estación de ferrocarriles,
mi situación está poblada de adioses y de ausencia,
.......... una gran lágrima enfurecida
derrama tiempo con sueño y águilas tristes;
cae la tarde en la literatura y no hicimos lo que
.......... pudimos,
cuando hicimos lo que quisimos con nuestro pellejo.

..... El aventurero de los oceános deshabitados,
el descubridor, el conquistador, el gobernador
.......... de naciones y el fundador de ciudades
.......... tentaculares,
como un gran capitán frustrado,
rememorando lo soñado como errado y vil
.......... o trocando en el escarnio celestial del
.......... vocabulario
espadas por poemas, entregó la cuchilla rota del
.......... canto
al soñador que arrastraría adentro del pecho
......... .universal muerto, el cadáver de un conductor
......... .de pueblos,
con un bastón de mariscal tronchado y echando
.......... llamas.

Pablo de Rokha (1894-1968)
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domingo, 30 de octubre de 2011

Alberto Peyrano (Argentina)


SAMAIN (NOCHE DE MUERTOS)

(Homenaje a Samain, festividad celta que dio origen a la actual Halloween)

La alegría se ha metido por los ojos
en la noche de Samain allá en la aldea,
hoces de oro acumulan en montones
las ramas del muérdago sagrado,
y un instante de orgía en la mirada
es promesa para el mundo eterno.
Cernunnos contempla silencioso
sabiendo que sus hijos lo agasajan,
en sus manos luce con orgullo
la bolsa con el oro y la serpiente,
-la muerte con la vida fusionadas-
en esa noche febril que ya comienza.
Las calaveras de los que se fueron
se engalanan con rápidos colores
que les pintan sonrisas y visiones
-promesas anheladas para los que quedan.
La luna en alto cielo se pasea
contemplando a su pueblo en el festejo
y espera, mirando hacia el naciente,
sus desposorios con el Padre Sol.
La aldea se ha dormido. A las llamas
de las velas, los osarios
-silenciosos testigos del pasado-
saben que otra vez la Madre Tierra
no abandonará a sus hijos en la helada.

© Alberto Peyrano
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miércoles, 26 de octubre de 2011

José Luis Cano Gil (España)


MANIFIESTO

Tienes derecho a amar y odiar
Tienes derecho a hacer y no hacer
Tienes derecho a decir sí y decir no
Tienes derecho a probar y equivocarte
Tienes derecho a reír y llorar
Tienes derecho a ponerte furioso
Tienes derecho a disfrutar del placer
Tienes derecho a no culparte
Tienes derecho a sentir y pensar diferente
Tienes derecho a actuar de otro modo
Tienes derecho a no sentir lo que ellos esperan
Tienes derecho a expresarte
Tienes derecho a sufrir miedo y dudas
Tienes derecho a elegir por ti mismo
Tienes derecho a ser feliz (o infeliz)
Tienes derecho a ser débil (o grande)
Tienes derecho al amor
Tienes derecho a ser respetado
Tienes derecho a que no te mutilen
Tienes derecho a sublevarte
Tienes derecho a no callar ni mentir
Tienes derecho a no ser el esclavo de otro
Tienes derecho a odiar a tus padres (y a no ser su muñeco)
Tienes derecho a empezar en otra parte
Tienes derecho a ser como eres
Tienes derecho a crecer y volar
Tienes derecho a triunfar
Tienes derecho a amarte.

© José Luis Cano Gil
Psicoterapeuta y Escritor
Barcelona, España
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domingo, 23 de octubre de 2011

Enrique Estrázulas (Uruguay)


MEMORIAL DEL OTOÑO

Y me acuerdo de ti

en el desvaneo de esta calesita de insomnios
en la más rocosa región del pensamiento
pero también me acuerdo
de ti
tirado bajo crujientes arboledas
en donde miro triste caer la lenta flor
que no estuvo en tu pecho

Cómo me acuerdo ahora
intensamente ahora
bullente y solo
cómo me acuerdo ahora de ti
de cómo eras

Me acuerdo tanto que al pensar te soplo
aquel rumor dorado en tu cabeza
ese latir callado de tu boca
a punto de decir lo que no oigo

Cómo quisiera oír tu corazón
tan encendido siempre entre tus piernas
bajo el halo a vendimia de tus pechos

allí dejaba de cantar mi boca
para beberse tus poemas
allí me hubiera muerto sin sentirlo
una noche cualquiera
como ahora
como esta noche que te ve caer
sobre los bosques que al crujir te ruegan
sobre este hombre con olor a ti

© Enrique Estrázulas
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sábado, 22 de octubre de 2011

Angélica Sonia Barrenechea Arriola (Argentina)


DE PASO


De paso por acá. Casi ni existo.
Empecé a morir el día que he llegado.
El notarlo me ha dado sabiduría y gracia.
De paso nada más disfruto el viento.
Las sales, los olores, las nostalgias.
De paso por acá te siento cerca.
Nos hemos encontrado en otro tiempo.
Vuelvo a la luz si me uno a tu alegría.
La paz que me trasciende me da vida.
La vida es más aún que este estadío.
Me acuerdo, te recuerdo, estás conmigo.
De paso nada más. Un poco incierto.
Juguemos a la ronda en el camino.
De paso nada más. No existe el tiempo.

© Angélica Sonia Barrenechea Arriola
http://www.arteasba.com/
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viernes, 21 de octubre de 2011

Lenamais (Brasil)


EL ESCONDITE DE NUESTROS BESOS

Una casa encantada
nos guarda un secreto...
la magia de los besos
con mezcla de sabores cada día.
Sorpresa y encanto nos rodea,
la mirada brillante se marea
mientras los cuerpos se estremecen
al sentir un dulce diferente:
sabor de pera rubia,
sabor de café fuerte,
sensualidad de la cereza
que nos pone como niños,
sumada al perfume de las flores
y el vino aturdidor
que traes en los labios
y que embriaga...
haciéndonos flotar...
Surge el día y me sorprendes
con un beso con sabores de la cena
un beso sellado
tropical y caliente
que nos invita a brindar
Y cuando la noche hace su arribo,
los gustos cambiamos
pues llega el burbujeo del champagne
al son de un tintinear...
Una suave cantiga murmura
el deseo de más besos...
el calor de tu cuerpo en el mío...
y el delirio de nuevo comienza...
Todo es mágico en este nido,
donde guardamos sabores, perfumes y deseos
secretos, que los versos del poeta
sueltan al aire matizados de colores
y se elevan en arcoiris
sin que los podamos alcanzar.
Desde la terraza, contemplamos
un nuevo amor que está llegando...

© Lenamais
Versión en castellano: © Alberto Peyrano
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lunes, 17 de octubre de 2011

Carlos Pezoa Véliz (Chile)


TARDE EN EL HOSPITAL

Sobre el campo el agua mustia
cae fina, grácil, leve;
con el agua cae angustia:
llueve

Y pues solo en amplia pieza,
yazgo en cama, yazgo enfermo,
para espantar la tristeza,
duermo.

Pero el agua ha lloriqueado
junto a mí, cansada, leve;
despierto sobresaltado:
llueve

Entonces, muerto de angustia
ante el panorama inmenso,
mientras cae el agua mustia,
pienso.

Carlos Pezoa Véliz (1879-1908)
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domingo, 16 de octubre de 2011

HOMENAJE A LAS MADRES, EN SU DÍA


BIEN PUDIERA SER

Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
no fuera más que algo vedado y reprimido
de familia en familia, de mujer en mujer.

Dicen que en los solares de mi gente, medido
estaba todo aquello que se debía hacer...
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna... Ah, bien pudiera ser...

A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero, se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.

Y todo eso mordiente, vencido, mutilado,
todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo.

Alfonsina Storni (1892-1938)
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martes, 11 de octubre de 2011

María Rosa León (Argentina)


TIEMPO DE COSECHA

Mi hijo
viajó a Nueva Zelanda
con su mochila
repleta de sueños
y con el único objetivo
de cosechar experiencias de vida.

Gracias a Dios,
cumplió su objetivo
con creces.

Cosechó experiencias
invalorables.
También cosechó
maíz, manzanas,
mandarina, kiwis y uvas
y conoció el significado
de trabajar como jornalero
y vivir como extranjero
en un país del primer mundo.

¿Qué más podría pedir?

© María Rosa León
De: "Otras historias minimalistas"
(LEO - 2011)
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viernes, 7 de octubre de 2011

Laura Beatriz Chiesa (Argentina)


CONCIERTO

El violín repetía virtuosos acordes
y, la mano que lo excitaba,
entretejía movimientos exactos.
La mejilla captaba vibraciones ansiosas.
El oído decodificaba sonidos
de un arco frágil y seguro
que compartía, con su propio dueño,
apostando al acierto.
Llegó el final del compás.
El pentagrama acordó,
con el violín, la llegada del silencio.
Los aplausos –en su delirio- accionaron el telón
y el aire, gozoso, quedó allí
esperando un nuevo movimiento.

© Laura Beatriz Chiesa
de su libro "Besos de Agua"
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miércoles, 5 de octubre de 2011

David Mourão Ferreira (Portugal)


ABANDONO

Por tu libre pensamiento
lejos te fueron a encerrar.
Tan lejos, que mi lamento
no te consigue alcanzar,
y sólo oyes el viento
y sólo oyes el mar.

Te llevaron a medianoche,
la tiniebla todo lo cubría,
fue de noche, en una noche...
de todas, la más sombría.
Fue de noche, fue de noche
y nunca más se hizo día.

Ay! De esa noche, el veneno
persiste en envenenarme,
oigo sólo el silencio
que se quedó en tu lugar.
Al menos, oyes el viento...
Al menos, oyes el mar...

David Mourão Ferreira (1927-1996)

Versión en castellano: © Alberto Peyrano

David Mourão Ferreira homenajeó en este poema a los presos políticos del regimen portugués de Salazar, que eran deportados al Campo del Tarrafal en las islas de Cabo Verde. Luego, Alain Oulman le puso música de fado y fue grabado por Amália Rodrigues, a quien el régimen le prohibió cantarlo.
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